
Empaque del café de comadreja que comercializa la marca vietnamita Trung Nguyen. La comadreja modelo posa sobre los granos de café, como para que no queden dudas del producto contenido
No es secreto que los venezolanos difícilmente pasamos el día sin al menos una tacita de café. Parte de nuestra cultura, es también rito indiscutible de nuestra cotidianidad. Marrón, negro, con leche, en cualquiera de sus presentaciones, siempre está presente.
A alguien escuché decir que «la cultura del té es mucho más amplia que la costumbre del café», y probablemente lo sea. En estos lares la primera cosa que colocan en cada mesa casi siempre es té o, en su defecto, agua caliente. Ciertamente, a esta desconocedora de las hierbas y sus sabores, elegir una entre las decenas de opciones de té que se despliegan en cada carta es una tarea mil veces más compleja que decidirme entre un marrón o un con leche para desayunar.
Siendo el café una tradición ajena a China, hay dos hechos concretos que cualquier amante de este grano no tardará de descubrir allí: una taza de café en la calle puede resultar tan cara como un almuerzo, y antes de conseguir un buen tinto, habrá probado montón de malos. Es por eso que una de las cosas que se agradece de Vietnam es el café. Ocupando el segundo lugar del ranking de los países exportadores del producto, es impelables entrarle a una tacita del preciado líquido.
Es muy común ver a los locales tomando café negro con hielo en largos vasos que más parecen de jugo u otra bebida. Como no resisto la idea del café frío, me lancé por el clásico, mi clásico: un marrón, porque en el menú vi, por vez primera en Asia, «brown» entre los tipos de café. Cuando me trajeron el pedido, no aprecié ninguna diferencia con el negro vecino, sin embargo al empezar a revolver, una textura gomosa al fondo y el repentino esclarecimiento del color me hicieron comprender que este marrón resulta de la mezcla con leche, pero leche condensada. Sonará extraño, pero juro que es el mejor café que he tomado en mi vida, y como da para repetir, no paré de tomar en cuanto sitio me encontraba.
El estilo tradicional de colado es distinto al nuestro. Ni media, ni greca, ni cafetera. Utilizan un envase, parecido a una taza metálica, que colocan encima de un plato -también de acero- que hará las veces de filtro. Esto va sobre la taza donde caerá el café colado. Dentro del recipiente de acero colocan el polvo y luego el agua hirviendo, y dejan filtrar. Mas, el método local convive con las máquinas, no es excluyente.
Aún más particular resulta un polvo único en el gremio, el café de comadreja. Dice la leyenda que décadas atrás, los granjeros de las plantaciones de café solían alimentar a las comadrejas con granos de café maduros. Después de la digestión, los roedores desechaban los granos que eran recolectados, lavados y tostados. Aseguran que este peculiar proceso devenía en un café con un gusto singular, casi de chocolate. La costumbre de antaño desapareció hasta que fue reimpulsada en tiempos recientes por productores locales.
Aunque hay quiénes afirman que por estos días no hay más comadrejas haciendo de las suyas en las plantaciones, y que la alteración del grano se realiza con encimas que le imprimen el mismo efecto que los jugos gástricos de estos pequeños mamíferos, la marca Trung Nguyen imprime en sus empaques la imagen del roedor y defiende la calidad y singularidad del producto afirmando que «hemos estado criando comadrejas en nuestras plantaciones de café, dándoles un ambiente saludable para que disfruten de su fruta favorita y continuamente produzcan el más maravilloso café en el planeta». Ardid publicitario aparte, eso de «producir continuamente» no puede ser una figura retórica…
Cada historia que cuentas, me asombra! Eso de la comadreja, es insólito para mí, pero si resulta en tan buen café, pues no hay que desaprovecharlo…jajaja. Te juro que ya a mi me hubiera dado algo, tan lejos y sin café. Dioxxxx
Hay café pero malazo y muy caro!!! pero este vietnamita es una cosa digna de acaparar jejejeje