Soy de esas personas que quieren llevarse a casa cuanto perro callejero abandonado pillan en el asfalto pero que, irónicamente, no tienen reparo en devorar unas costillitas asadas cada vez que tiene oportunidad. Sí, padezco de doble moral e hipocresía animal, también tengo suficientes años cumplidos para reconocerlo públicamente. Por supuesto tengo perro, y claro, lo trato como al hijo que no tengo. Esperaban otra cosa?
Dicho esto queda tácito que cuando me mudaba para China soñé despierta con toda clase de pesadillas perrunas como que no iba a poder sacar nunca a Burbuja del apartamento o que podían quitármela apenas pisar el aeropuerto o que alguien la secuestraría para hacer un par de pinchos. Estereotipos que comienzan con «los chinos comen perros» pueden imbuirle a uno toda clase de miedos que cruzan, a velocidades temerarias, los límites de lo racional hacia la tierra del cualquier cosa.
Cierto que el anecdotario animal aquí puede ser harto difícil de digerir, pero la cosa es que remitiéndonos estrictamente al mundo de los perros en China es más lo que transita nuestras cabezas que cuánto ocurre realmente. No he visto bárbaros destazando canes en las calles, ni tampoco a personas golpeándolos a mansalva y sin contemplación. Una vez, sí, tuve la desgracia de contemplar como unos señores se divertían dejando a su crecidito pastor alemán «jugar» con una tortuga que, escondida en su caparazón, daba vueltas por doquier según mandaba la inquieta voluntad de las patas y hocico que le acechaban con frustrada curiosidad.
Hago estas consideraciones a propósito de haber leído un post hace poco que versaba sobre el decreto que regirá en Shanghai -el centro económico de China- a partir del próximo 15 de mayo: quien tenga más de dos perros en casa deberá pagar multa por el segundo. El autor del post afirmaba que ciertamente notaba a los chinos en extremo cariñosos con sus mascotas perrunas, pero también acotaba que en su vecindario los canes no ladraban y que al preguntar le comentaron que se debía a que le cortaban las cuerdas vocales para no hacer ruidos. También agregaba otro hecho «curioso»: en los parques alquilan perros por un día para que las familias puedan disfrutar de la compañía por una tarde sin las inconveniencias de la convivencia.
En mi cuadra los perros sí ladran, juegan, y desfilan en el jardín con chaquetas Adidas y zapatos Converse. Cierto que hay alquileres de mascotas como el de una chica de 25 años que anunció en un site mayormente frecuentado por expatriados que ponía en renta su Golden Retriever de dos años por el módico precio de unos 80 mil bolívares fuertes (al cambio) y un depósito previo de 2 millones. Cerraba su clasificado diciendo que «todos amamos a los perros, así que sea comprensivo, no lo golpee». Por la foto del aviso se me dio que lo que realmente estaba alquilando sería su propia compañía, pero el punto es que sí existe el servicio, así como la posibilidad de cortar las cuerdas vocales a caninos ruidosos.
Exclusividades chinas? no. Entre dueños de mascotas que son denunciados por la incomodidad que los ladridos producen en su vecindario la cirugía se convierte en un procedimiento recurrente en varios países, incluso en Estados Unidos (nuestro habitual ejemplo para denotar la normalidad de las cosas… «si pasa en Estados Unidos, es normal!»). La oferta de mascota por un día o perros de servicio también está disponible en otros continentes, así que lo único curioso quizás termina siendo la rapidez con que la sociedad china incorpora, a brazos abiertos, a un mejor amigo en su familia, el viro es a una velocidad tal que en occidente todavía no nos enteramos y continuamos repitiendo estos perros estereotipos.
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