Preparado para su primer taxi en China?

4 Abr

1.

Unos meses atrás Fabiano me contó una parábola que un consultor norteamericano empleó para explicar a los lectores de su libro, Poorly made in China, de qué va esto de negociar con el gigante asiático (trillada la etiqueta, lo sé, pero por ahora no tengo nuevos adjetivos).

La historieta va así, usted aterriza por vez primera una madrugada cualquiera en este país. No en la capital, ni en la cosmopolita Shanghai, digamos más bien que un poco más al sur, en Cantón. Toma su equipaje y va por un taxi para ir a su hotel. Antes de partir, fija con el conductor el precio de la carrera. Todo bien. De pronto, en medio de la nada, el hombre para y le anuncia que cambió de idea, que ahora quiere 50% más. Nadie lo detiene, usted puede bajarse allí aunque no tenga ni mínima idea de dónde está y su chino está más al nivel de lengua muerta. Puede intentar pelear con el hombre en un país que desconoce, bajo condiciones inciertas y sin noción de lo que está haciendo. También puede tragarse la rabia y decir que acepta. Una vez en su destino también puede, como no, negarse a pagar la diferencia, y enfrentar las consecuencias, entiéndase algo como el caso B: pelear con el hombre en un país que desconoce, bajo condiciones inciertas y sin noción de lo que está haciendo. Usted está en esa estatus que los venezolanos solemos resumir bajo el clásico «tienes razón pero vas preso».

Creo que va a considerar que el evento es un mal comienzo y una sorpresa desagradable. El chofer no va a reflexionar mucho al respecto, él pasa la vida recogiendo pasajeros en el aeropuerto, él sí sabe lo que hace y -según el ejemplo del consultor- lo que para usted significó una pésima noche para él no es más que la estrategia para mejorar sus ingresos diarios. Después de todo, señores, hay que ganarse la vida de alguna forma, y vamos que el hombre no está robando, sólo está siendo, creativo?.

2.

Tiempos de mudanza. No emocional. Física, real, de casa pues. El contrato se vence y decidimos buscar algo igual de simpático pero con mejor presupuesto. El primer intento fue con buscar por internet. El segundo, ir a un par de inmobiliarias locales para ver qué anuncios tienen. Nos llevan al primer apartamento. Ocho pisos y no hay ascensor. Las escaleras son un mal aperitivo, no sólo por el cansancio, sino por el descuido que exhiben. Entramos al apartamento. Paredes manchadas, algunas escarchadas, son apenas detalles. Los baños gritan «fuera de aquí, y ahora!». Definitivamente no va a dar. Otro apartamento, otra decepción. Descontando un solar hermoso que tenía, el resto del inmueble no era rentable. El edificio estaba lejos de un modesto «bonito» y a distancias solares de un «acogedor», pese a que el estacionamiento estaba repleto de BMW y Mercedes Benz.

Con temor de quedar atrapados para siempre en el limbo de la dimensión desconocida del mercado inmobiliario, dimos con una empresa que se especializa en búsqueda para extranjeros. El estándar es otro, aunque dé pesar reconocerlo. Fue ir del purgatorio al cielo. En una mañana vimos cuatro buenas opciones y todas con menores precios que los dos descartables del día anterior.  Finalmente tomamos uno que pagaba en espacio lo que perdía de ubicación.

Urbanización nueva con una veintena de edificios nuevos – la construcción no para en esta ciudad -, el dueño, emisaria por medio, nos plantea una renta incluyendo mobiliario y artefactos eléctricos. Pedimos rebaja a cambio de amoblar por nuestra cuenta y en principio acepta. No hemos terminado de vistear el piso cuando suena el teléfono de la emisaria quien nos informa que el precio sin muebles aumentó ligeramente. Un par de horas más tarde llamamos para convenir que dado el aumento tomamos la renta que incluye todos los juguetes, y recibimos como respuesta un «chévere, pero ese precio también subió».

Comienza la disputa a través de correos. Mails van y vienen y el resultado sigue siendo cada vez, ligeramente, desfavorable para los inquilinos. El dueño -un mero teléfono para nosotros- se desdice tres veces consecutivas y voltea nuestras propuestas con una sutileza y rapidez de temer.

3.

De pronto lo entiendo. Estamos en el taxi. Sí, una madrugada cualquiera, en algún lugar de Cantón sin tener una pizca de noción de nada. Atrapados sin salida en una negociación que sólo procederá en la medida que nuestro chofer gane y nosotros cedamos.

Para nosotros todo es sorpresa, todo es impresión, desagradable, pero impresión. Es como estar tomando de nuevo ese primer taxi en nuestro primer contacto con China. Para él, quien sabe si rutina o improvisación hábil y fortuita. Analizando las opciones concluimos que podemos no aceptar el cambio y quedarnos en medio de la nada para buscar otra alternativa, lo que puede ser riesgoso y extenuante. También podemos aceptar y luego incumplir, pero si pensamos en las consecuencias legales, la opción deja de ser viable. Qué más queda? estamos cansados y no queremos arriesgar de más. Tenemos razón pero vamos presos, así que decidimos pagar la diferencia y aceptar, porque después de todo, pese al mal comienzo, ya estamos aquí y sólo queremos llegar a nuestro hotel.

3 respuestas hasta “Preparado para su primer taxi en China?”

  1. Nelida abril 8, 2011 a 10:13 PM #

    Vivos y coños de madre hay en todos lados pues

    • Paula Ramón abril 12, 2011 a 12:39 PM #

      jajajajaja la cosa es qué cuántas veces terminas en la misma situación y crees que no va a volver a pasar?

Trackbacks/Pingbacks

  1. Alguien orinó en mi sofá! « Aquí, en la China! - abril 6, 2011

    […] propuesta de nuestro arrendatario incluía ir juntos a comprar los muebles del apartamento con un presupuesto […]

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