Sit stupid dog: Yendo al veterinario

13 Jun

Mi mamá se ha vuelto fanática del Encantador de Perros. No para de repetirme que Burbuja (alias Bubú) necesita disciplina, ejercicio y afecto, en ese estricto orden. Lo repite como un mantra que aprende noche tras noche mientras asiste el programa de este mexicano que se hizo famoso por su método «firme y tranquilo» para corregir a perros malportados y re-educar a sus nerviosos dueños. Cumplo con las dos segundas premisas, pero la disciplina definitivamente no es mi fuerte.

La primera vez que tuve que llevar a Bubú al veterinario en Pekín pedí sugerencias. Fui a una clínica con doctores bilingues. Ella tenía una erupción el cuello y resultó tener unas pulgas en sus orejas. Al rascarse por la picazón terminaba lastimándose el pescuezo y de allí la erupción. Entre tratamientos y consulta, la cuenta sobrepasó los 1.000 kuáis (156 USD).

Sólo por ejercicio rutinario, pedimos al asistente llamar a la misma clínica pidiendo un presupuesto para atender a un perro con las mismas descripciones y síntomas. Le informaron que la consulta costaría 100 kuáis y que era probable que con tratamientos, el precio total rondara los 250 kuáis. La diferencia? él hablaba mandarín.

Meses más tarde un diente delantero de Bubú se aflojó y su extracción era imperante. Precavida esta vez, el asistente fue adelante, llamó, preguntó costos e hizo una cita. Dijeron que no sería más de 250 kuáis, incluyendo la anestesia. Una vez en la clínica, no importa cuántas veces dije que sólo iba por un diente, el doctor insistió que había que operarla de emergencia porque tenía problemas en una rodilla. Me negué, obvio, pero tal fue la insistencia que acepté que le tomaran una radiografía. La cuenta pasó los 600 kuáis.

Cambié de clínica pero no de técnica. El resultado fue el mismo. Nuevamente me decidí por otra clínica y logré un grato comienzo: nos dieron el mismo precio para baño y corte de cabello al intérprete y a mi. Ellos solicitaron, además, una revisión integral para verificar que Bubú estuviera en condiciones saludables. No hubo servicios imprevistos ni diagnósticos urgentes.  Grato, indeed.

Mientras esperaba que terminaran su cambio de look (hola verano, adiós melena) llegó una chica que en apariencia no superaba los 30 años. Facciones asiáticas pero con inglés de por medio, fue fácil suponer que era extranjera. Llevaba sujeto por el cuello a un perro pequeño en tamaño y con comportamiento de cachorrillo: Una cola que no para de moverse y energía incontenible. «Sit, sit, sit» pero el cuadrúpedo nada que obedecía, sólo quería corretear. Sin levantar mucho la vista de mis caligrafías, concluía que Bubú no era la única indisciplinada de la sala, ya saben, desgracia ajena, consuelo de tontos.

«Sit, sit, sit, sit» y nada. A la cuarta vez que la mujer insistió con la orden, comencé a preguntarme si realmente el animal estaba siendo entrenado o ella tenía la ilusión de que por cansancio, el perro terminaría entendiendo. Entra a la consulta y a la distancia continúa el «sit, sit, sit, sit«. Vuelve a la sala y espera por alguna información.

Terminado mi servicio, el veterinario recomendó renovar las vacunas. «Ya vienen los cambios», pensé, pero para mi sorpresa, continuó diciendo que para no recargar tanto al perro era mejor que la llevara otro día si yo quería actualizar las inyecciones. Luego me comentó que, en efecto, tenía un problema en la rodilla. «Listo, aquí es, va a sugerir una radiografía», pero no, agregó que era un mal de su raza y que mientras ella no se quejara no era necesario hacer nada de más. Pago lo acordado y las palabras del veterinario me desconciertan gratamente dejándome en tal estado de asombro hipnótico que termino sintiéndome un caso más del fulano Encantador de Perros. Una voz interrumpe mi mutismo.

«Sit, sit, sit«. Me altera tanto que comienzo a entender la desobediencia del animal. La chica pierde la paciencia, golpea al perro al tiempo que le dice en tono bajo pero bravío «sit stupid dog!». Él que no se sienta y yo que me pregunto si el mantra aprendido por mi mamá podrá fraccionarse. No sé si lo del ejercicio lo tenía resuelto, pero las dosis de disciplina y afecto estaban en severa situación de análisis.

2 respuestas hasta “Sit stupid dog: Yendo al veterinario”

  1. Blanca junio 14, 2011 a 10:14 AM #

    Bueno Pau lo de los veterinarios que inventan mil cosas para cobrarle a uno, no es solo en China, aquí son infinidades. Me alegro de que Bubu pueda vivir con la afección de su rodilla y de que tu estes a salvo de tanto estafador.

    • Paula Ramón junio 15, 2011 a 4:34 PM #

      Eso sí Blanquita, por lo menos aquí uno sabe que la cosa es esencialmente de idioma jajajajajaja Yo también me alegro porque tener un perro aquí no es cosa ni fácil ni económica!

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