
Reloj digital en el andar de la estación de Omote-Sando. No sólo el horario de los trenes en camino está a la vista, sino el número de vagones y la especificación de si es Local o Expreso
Sólo para quienes tenemos la improvisación por cultura, la torre Eiffel puede estar en el mismo escalafón de postal turística que la tabla de horarios del metro de Tokio. Puede parecer increíble, pero nosotros, los hijos del «como vaya viniendo, vamos viendo», no podemos menos que resultar impresionados al descubrir que, en algunos lugares del mundo, el reloj no es un mero accesorio.
El sistema subterráneo que cubre la capital nipona tiene alcance, no hay duda. Es posible desplazarse a cualquier lugar cruzando los colores y trenes que se conectan debajo del asfalto. Pero además de extensión, tiene horarios, asientos preferenciales, limpieza, puntualidad, atención, tecnología, letreros en varios idiomas, elementos para facilitar el tránsito de discapacitados y operarios siempre dispuestos a resolver cualquier problema que se presente, que por lo general se traduce en turistas perdidos en tiempo y espacio.

Horarios de los trenes de la estación Aoyama-Itchome en la línea Ginza. El cartel azul es para los días de semana y el rojo para los feriados y fines de semana. El gráfico de encima indica las estaciones y transferencias de la línea, así como los minutos que demorará en llegar desde el punto actual hacia las otras paradas
Mapas por doquier y en varios idiomas minimizan las opciones de perdida. Máquinas para emitir boletos con carteles y gráficos indicando los precios dan la bienvenida a un cliente que pasará seguidamente por torniquetes libres que sólo cierran si no pagó la tarifa correspondiente al recorrido o si el tique introducido no corresponde a la línea.
Lo primero que notará -además de que todas las estaciones están saturadas de información en inglés, japonés, chino y coreano- es el silencio sepulcral. Nadie recibe llamadas en los vagones ni arma una pachanga durante el trayecto. Verá a todos los locales, celular en mano, chateando o jugando, pero siempre sin dejar escapar un sonido. Los extranjeros somos más reconocibles por el ruido que por nuestras facciones occidentales.
En los andenes podrá tener cuenta exacta del tiempo de espera gracias a los avisos pormenorizados del horario diario que se cumple como un mantra sagrado. De esto dan fe los relojes digitales que cuelgan a lo largo de la estación y que, como si fuera poco, avisan -en algunos casos- el número de vagones del tren y si se trata de uno local o expreso -dependiendo de la línea.
En las columnas verá los mapas de las estaciones de la línea. Esto le permitirá planificar cual vagón abordar en caso de querer salir a la altura del baño, la salida de su preferencia o la transferencia deseada.
Si se pierde o comete un error, no hay mayor problema. Basta ir hacia los torniquetes, allí a cualquier hora encontrará un operario que, en un inglés inteligible, le ayudará sin mostrar notorio mal humor.
Luego de un pequeño trecho, no demorará en concluir que aunque la vida en el tercer mundo es jocosa y anecdótica, en el primero, ir de una estación a otra deviene en paseo turístico con foto incluida.
Gracias por compartir, como siempre.
🙂 gracias por leer!!!!