Creo que en cada lengua siempre habrá un orgulloso que afirme que alguna palabra no tiene traducción. Quizás sea cierto, quizás algunas palabras o expresiones son imposibles de traducir. En China hasta la universal Coca-Cola necesita traducción. Lo mismo pasa con «taxi», «subway» o «metro», «stop», «McDonalds» y otras invenciones de occidente.
Unos días atrás fui al estadio para ver jugar a los dos principales de la tabla del campeonato nacional chino. Beijing Guoan contra Guangzhou Evergrande que adelanta en 12 puntos a su inmediato número dos. El Estadio de los Trabajadores de Pekín alberga 65 mil almas. Jugando en casa, el Beijing Guoan contó con el apoyo cuasi unánime de las gradas, que según estimaciones estaban por el orden de los 40 mil asistentes, que no es poca cosa (me permito remarcar que esto significa casi 70% de la boletería vendida).
Para dimensionar el nivel de la liga nacional de China pareciera que hay que referirse a números y estadísticas. Si bien hace pocos años que el balompié se expande por el país, la fanaticada crece sin mesura y da muestras asombrosas de fidelidad y pasión en las canchas, sin que esto se traduzca siempre en violencia. Un día poco lleno en un estadio del interior del país puede, de forma fácil, calcularse en unos 10 mil asistentes. Esto quizás es explicable gracias a las proporciones poblacionales que aquí todo lo cambian.
Por otro lado está la inversión. Para dar una idea explico que este Guangzhou Evergrande, que lidera sin presiones la tabla, cuenta entre sus filas con el tercer mejor salario de fútbol del mundo: un argentino de nombre Darío Conca cuyo contrato sólo es levemente superado por Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. No es el único jugador extranjero que pulula los gramados chinos. Hay tanta disposición, liquidez y búsqueda de piernas overseas que incluso el venezolano Alejandro Cichero ya pasó por estas tierras.
Ahora, para dar otra imagen sobre la liga nacional, también paso a contar que este imbatible de la temporada, con capacidad para financiar semejante contrato, fue el mismo que resultó abatido, en casa, 1 a 7 por el Real Madrid de España.
Números a un lado, en China no hay duda de que cada día se palpa más emoción por el que ya ha sido bautizado como el deporte más bonito del mundo. Ir al estadio es una experiencia no menos que interesante y práctica. Interesante porque permite presenciar el asombroso fervor que se ha cosechado en no más de una década.
Es práctica porque no requiere de mucho mandarín para ser uno más del grupo. Sólo basta saber dos cosas esenciales para estar en sintonía con la casa: Cuando el equipo contrario hace alguna de las suyas o el árbitro sentencia algo en contra, todo mundo gritará al unísono Sha bi, que podría traducirse en hijo de p@!$% al cuadrado o alguna cosa peor que se le ocurra. En los primeros 10 minutos la habrán repetido 500 veces así que no le costará aprendérsela. La segunda cosa a tener presente es que, al contrario de la Coca-Cola o el McDonalds, en China, el gol no se traduce.
Deja una respuesta