
Puede llamarlo una consideración tonta, pero en cada esquina aparecen los carros estacionados medio que entre el espacio, medio que entre la vía, lo cual -obvio- obstruye el tránsito
La última vez que intenté aprobar el examen teórico para obtener la validación de mi licencia de conducir en China salí desmoralizada porque me faltaron tres puntos de concretar mi misión. Es imposible para mi recordar en dónde debo colocar el torniquete a un hipotético herido que esté desangrando o -ríanse si quieren- si es peligroso para una mujer conducir con tacones.
Mi frustración me precedía mientras salía de la oficina de tránsito de Pekín. Caminé en dirección a la autopista para tomar un taxi, y al cruzar un rallado peatonal casi fui arrollada por un camión cuyo conductor cree que «cruce libre a la derecha» significa pisar el acelerador en la esquina y no mirar al frente antes de girar. Luego del percance no conseguí un punto para detenerme a esperar un taxi, toda la acera -pintada en ese amarillo que indica «no estacione»- estaba cubierta de vehículos. Volví a la esquina para intentar acercarme más hacia la calle y ser visible para un taxista pero otro montón de carros se habían apostado casi en tumulto. Racionalizar que, vaya ironía, todos ellos tenían licencia y yo no, terminó de desplomar mi ánimo.
Pekín es casa para unas 20 millones de personas y poco más de 5 millones de automóviles. Dos años atrás los números ya revelaban que mil 200 vehículos nuevos se estrenaban entre sus calles a diario. Varios planes se han puesto en marcha para garantizar la afluencia en el asfalto, como la lotería para comprar carros o el aumento de las tarifas de los estacionamientos, sin embargo, el tránsito no sólo se ha vuelto lento sino complejo.
Al montarse en un taxi en Pekín lo más probable es que piense que este hombre obtuvo la licencia ayer, y quizás no esté sospechando mal, recuerde que los automóviles en la ciudad son parte de la historia contemporánea.
Una clásica que notará en seguida es que para ellos «cruce a la derecha libre» significa «quítate que voy». Luego verá un sinfín de particularidades como los frenazos y acelerones inmediatos, el cambio de canal sin mirar a los lados, la inutilidad de los retrovisores, el olvido en que viven las luces de cruce y emergencia, la bizarra costumbre de parar en medio de la vía, carros en flecha, vueltas en U a mitad de la calle, la imposibilidad de estacionar en el espacio dispuesto, incapacidad para retroceder, el repentino descubrimiento de la palanca de velocidades y la repetitiva imagen de los carros estacionados a casi medio metro de las aceras.
También percibirá costumbres de corte social como fumar dentro del carro en invierno, por ende, con los vidrios cerrados, abrir la puerta para escupir mientras esperan el cambio de luz, los trescientos adornitos con que saturan el interior de un auto y los peluches con que cubren la visión del vidrio trasero.
Los abarrotados autobuses -vagones de doble dimensión- van rápidos y furiosos, y en un semáforo más de una vez creerá que van a arrollar a algún ciclista mientras hacen el debido «cruce libre a la derecha».
A veces pareciera que tras un volante sienten que llevan el manubrio de una bicicleta, cuyas características sí le permiten parar en lugares improvisados y hacer maniobras de corte arriesgado.
Conseguir un taxi en horas estratégicas ya no es tan fácil como en meses atrás e incluso está requiriendo de dosis de negociación gracias a choferes que aprovechan las crecientes necesidades para redondear el ingreso familiar.
Lo cierto es que cada día menos pedalean y más acuden a los motores. Si no es en carro o bus, será en taxi o en moto. Todos estos medios tienen que compartir las vías con triciclos y el nunca fuera de moda rickshaw, particularmente en estos tiempos de mayor demanda de transporte.
Mientras tanto, el subterráneo de la capital china también luce señales de tráfico. Las doce líneas del sistema de metro de Pekín están repletas de usuarios. Antes de las 10 de la mañana, abordar en un vagón es una tarea digna de equilibristas del Cirque du Soleil, y es importante considerar que los trenes en las primeras horas del día pasan casi a cada minuto.
Pese a todas estas nuevas circunstancias mi sensación no es la de un colapso cercano e inminente, sino la de un tránsito más creativo y variopinto.
Siempre que voy a China pienso que corro mucho peligro al cruzar la calle. Siempre pienso que, si algo me habría de pasar, sería algo relacionado con el tráfico …
jajaja razones tienes, yo siempre digo que me encantaría ir a mi escuela en bici, pero de sólo pensar en los cruces de los anillos, me lanzo al metro sin pensar…
Que valiente! con ese montón de choferes locos aun quieres aplicar para la licencia de conducir? a mi me daría un poco de miedito porque suena peor que la combinación motorizado-taxista-autobusetero con la que hay que sortear aquí a diario….
Suena peor que esa combinación caraqueña, pero la diferencia es que yo aquí veo esperanzas de mejorar, en Caracas, no lo veo posible… :-S