Un francés que pasó algún tiempo en la Venezuela contemporánea solía decir que las únicas cosas que allí funcionaban eran El Chigüire Bipolar y el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles. La afirmación sonará radical o ajustada al caso dependiendo del lado en el cual cada ciudadano se sitúe. Sea cual fuere el caso, no veo nada mal en que el humor y la música continúen funcionando en un país donde hace rato cuesta trabajo ver avances.
Si bien el Chigüire sólo puede ser comprendido por lectores que hayan vivido las vicisitudes de Venezuela debido a que su humor exige contexto criollo, El Sistema quizás haya recibido más ovaciones internacionales que locales. Hasta probable sea que muchos venezolanos nos enteráramos que algo así existía luego de que filmaran y exhibieran aquél documental «Tocar y Luchar» donde reconocidos músicos europeos expresaban su admiración por el proyecto que que ya tiene más de tres décadas formando niños y adolescentes en las lides musicales.
La Orquesta Juvenil de Caracas ofreció un concierto en Pekín la semana pasada. Casi doscientos músicos que no superaban los 25 años -con la excepción del director que, a sus 28, uno termina tildando de «mayor«- se presentaron en una de las salas del Centro Nacional para las Artes, principal recinto de la ciudad para la música y el teatro.
Familiarizados o no con la música clásica, las ovaciones de los asistentes fueron creciendo con la noche, lo que comenzó con un aplauso de bienvenida se fue transformando hasta virar un estallido en el bis.
Detalles técnicos? no puedo darlos, mis nulos conocimientos en el tema no me lo permiten, pero puedo asegurar que los espectadores parecían deleitados, y cómo no? si la música tiene esa magia y poder de mover los ánimos, más si es interpretada de forma regia y por jóvenes que a sus cortas edades ya suman kilos de partituras.
Para el bis los chicos cubrieron sus trajes y vestidos con la chaqueta que emula el tricolor nacional. Dejaron a Tchaivkosky e interpretaron el choro brasileño Tico-Tico no Fubá. Bailaron los instrumentos a son del Mambo. Llenaron la sala de gritos, silbidos y ovaciones. Algunos no podían parar de batir las palmas. En medio de la algarabía, los músicos ofrecieron sus chaquetas tricolores como regalos de recuerdo para los asistentes, quiénes, entusiasmados, corrieron a hacerse con su souvenir.
Y siendo una noche del incipiente invierno pequinés, algunos desfilaron su presente recién ganado de inmediato. Podrá quedar como otra hazaña anecdótica de El Sistema: hacer a la tricolor venezolana pulular por la línea 1 del metro de Pekín.
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