Archivo | agosto, 2012

Las olimpíadas desde la óptica china

2 Ago

Durante la transmisión de la Copa Mundial de Fútbol de 2010 escuché a un brasileño decir que estaba sorprendido con ver tanta emoción en las calles de un país que mira el evento sin participar de él. Hasta ese momento nunca había pensado en cuánta pasión le imprimimos a contiendas deportivas en las que no estamos involucrados ni representados. Es normal para nosotros -los que nacimos en un país que nunca fue a la Copa. Es curioso para ellos -los que nacieron en un país que besó la Copa 5 veces.

Lo cierto es que los chinos no sólo se emocionan con los partidos sino que esperan las transmisiones desvelados en esa mala pasada que les juega ir unas cuántas horas adelante en el reloj. El tema ya ha virado material de diálogos de los libros de enseñanza de mandarín.

Era de imaginar que la experiencia olímpica llevara al marasmo nacional. China no sólo fue la anfitriona en 2008, sino que en esa época se despidió coronando el medallero con 100 preseas, 51 de oro. Este año, semanas antes de la ceremonia inaugural, los canales estatales con derechos a la transmisión calentaron el ambiente difundiendo momentos de la historia olímpica, y sólo un día antes de comenzar la jornada en Londres, rememoraron su propia apertura de cuatro años atrás.

Una vez encendido el impresionante pebetero del británico Thomas Heatherwick, la televisión china inició una jornada de transmisión non stop de los juegos… de los juegos donde participan sus compatriotas. El debut de Brasil en fútbol – que tiene miles de seguidores en el país – no fue televisado, y la histórica victoria de Honduras que dejó fuera a España, también en balompié, no ganó más de una breve mención en el noticiario. Las actuaciones de los atletas chinos han sido mostradas desde todos los ángulos, en cámara lenta y con incontables repeticiones diarias. Algunas, incluso, musicalizadas al ritmo del «We are the Champions» de Queen.

Es natural que un país esté orgulloso de sus atletas y dé mayor cobertura a sus actuaciones, pero es peculiar que la «fiebre olímpica» sea tal que les impida transmitir el resto de la jornada. Con dos canales dedicados 24/7 a Londres 2012, China no transmite las olimpíadas, transmite a China en las olimpíadas, a la China del oro en las olímpiadas, porque la China que pierde no consigue la foto portada.

No parece aplaudirse una generación que mira hacia el deporte como una forma de vida o un ejemplo de constancia, sino como una forma de demostrar que «We are the Champions, my friend». Así dos jugadoras chinas de bádminton -con claras posibilidades de colarse en la final- fueron descalificadas por jugar a perder para alterar las eliminatorias y evitar coincidir prontamente con sus compatriotas; el pesista Wu Jingbiao lloró ante las cámaras y pidió perdón a la patria defraudada por no conquistar el podio; y cuando la clavadista Wu Minxia mordió el oro  por su salto de 3 metros fue cuando supo que su abuela estaba muerta y que su madre luchaba desde hace 8 años contra un cáncer de seno, ambas historias ocultadas por su padre para no «desconcentrarla» de su entrenamiento. «Hemos sabido por años que nuestra hija ya no nos pertenece» dijo el señor Minxia a la prensa local.

Tirando el ping pong (donde chinos compiten contra chinos nacionalizados en otros países) y el bádminton, no es frecuente ver a la gente practicando deportes en las calles. Los chinos están poco familiarizados con el agua y la natación, pero el impresionante sistema de entrenamiento acaba de producir una marca histórica para la disciplina con el performance de Ye Shiwen.

Tal parece que aquí «la fiebre olímpica» se traduce en «fiebre del oro» y dista, de forma evidente, de la pasión por el fútbol que ha ido creciendo en el país durante los últimos años.