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Domingo de Ritan

24 May

Primavera señores, colores por doquier. El domingo que pasó fue un día premiado, cero contaminación, cielo azul y clima agradable, imposible quedarse en casa

Para que se hagan una idea, el Ritan Park tiene casi tanta historia como la América post descubrimiento, y es que cuando levantaban este altar de sacrificios en estas latitudes, por las nuestras los españoles apenas comenzaban su reinado. Como buena parte de la más antigua arquitectura de Pekín, el también conocido como Templo del Sol fue destruido durante los comienzos del siglo 20 y posteriormente reconstruido.

El altar permanece cerrado y en trabajos de reconstrucción, pero aquí un detalle de las paredes externas

En los tiempos que corren, cuenta con área de ejercicios, montón de verdes para pasear y jugar a ser fotógrafos, pequeños lagos, restaurantes, y si echan buen ojo, unas mini-tiendas de ropa, zapatos y accesorios.

Quiénes siguen el blog, recordarán el Ritan que les mostré en invierno: esencialmente una pista de patinaje. Lo bueno -o malo?- de las estaciones es que transforman los escenarios y sus utilidades. En primavera los chicos van a la misma locación con sus padres pero en vez de rentar trineos, pagan por cañas de pescar y se sientan en la orilla de la laguna a cazar a los incautos peces dorados que caigan en sus anzuelos. No entiendo mucho la utilidad del asunto, pero ellos parecen estar más claros que yo al respecto y van amontonando en poncheras plásticas cuánta víctima, literalmente, pescan.

Repleto de peces dorados, el lago se da abasto para los ávidos pescadores que rentan la caña y la ponchera

Se preguntan qué hace esta gente con las víctimas? Yo también, prometo averiguar cuando mi mandarín mejore...

Durante estos meses el Ritan Park -ubicado en la zona de las embajadas- es un lugar excelente para pasar el día, sobre todo si es uno de esos privilegiados sin contaminación y cielo azul. Este domingo fue uno de esos, aire oficialmente respirable, 25 grados de temperatura y cero lluvia.

En vez de hacer pose, al ver la cámara perdió la que tenía. Previo a mi intrusión gráfica, la chiquilla estaba de piernas cruzadas en ese esqueleto de banca comiendo con prisa un helado

Recién comentaba en uno de los blogs que asisto que para un desayuno tardío de domingo, contrario a ese abanico que encontré en Caracas, en la Pekín contemporánea y cosmopolita nada veo que me invite a empezar el fin de la semana. Puede ser terquedad o empeño comparativo imbuido de ese «nada como lo nuestro».

El almuerzo y la cena son otros asuntos. En primavera y verano en esta ciudad un sinfín de terrazas se descubren para tentarnos a comer y beber, y el Xiao Wang Fu ubicado dentro del Ritan Park tiene una de esas veredas que merecen la espera. Un menú de comida típica con los imperdibles de las costillitas de puerco y de unas vainitas sazonadas con carne sazonan la experiencia en demasía.

Así se juegan algunos la tarde de domingo. Un mazo de cartas y papelera por medio, disputan partida tras partida

Luego de la comida no hace falta andar mucho para hacerse con una banca a la sombra, leer un poco o dormir la siesta digestiva. Montón de señores y señoras juegan a las cartas con la intensidad de una partida decisiva usando por mesa las papeleras temáticas del parque. También hay quiénes aprovechan el sosiego del lugar para meditar, para romancear o para ejercitarse. La compañía de mascotas es lo único que está prohibido en un domingo de Ritan.

La segunda primavera

13 Abr

Un año. Se dice fácil pero se cuenta lento. Ahora que finalmente cumplí los primeros 365 días en este lado del mundo pienso que ha sido rápido. He tenido tiempo para reír, llorar, pensar, escribir, llorar, caminar, ver, fotografiar, llorar, pasar rabietas, afianzar la creatividad y conocer (Sí, se llora y mucho). Todo mundo siempre dice que lo más importante es el aprendizaje, y en este caso, mis primeros balbuceos en mandarín quizás sean lo más insignificante de ese aprendizaje.

A casi 15 mil kilómetros de todo lo que considero familiar, la nostalgia hace mella no pocas ocasiones. Uno no sabe si son los amigos, la familia, la oficina, el bar, las arepas, el queso, la cola de la Cota Mil, el café de la panadería de San Bernardino, el  mototaxista de la esquina del bulevar, la peluquera creativa, el «qué más? cómo está la cosa?», el Ávila perenne, la playita de los domingos o la bailada esporádica lo que hace falta. Pero sabe que algo, sin duda, hace falta. Es un algo que no se llena con los templos ni con la muralla, no importa que se vea desde la luna. Es algo que, simplemente, no se llena. Ya lo dije, es nostalgia.

Pero se puede vivir con nostalgias, y aunque cómo dice Calamaro, a fuerza de partir uno aprende qué es volver, también se aprende sobre partir y sobre lo necesario que a veces es partir para abrir un mar de interrogantes y reflexionar sobre las verdaderas cosas que cuentan en la vida.

La adaptación es dura, no importa quién diga que no, es dura. Lo más difícil no es China, ni el mandarín, ni las diferencias culturales. Lo más difícil es no ser más el rey de tu pueblo, no estár más en tu terruño donde todo se había vuelto blando y confortable, a pesar de los vaivenes ingratamente aportados por la delincuencia, la inflación o los cortes de luz. Toca entender y superar las complejidades de ser extranjero, palabra que nunca comprendí realmente a pesar de que mi papá fuera uno.

Hablar de tu país a tanta distancia y con barreras de lenguaje se convierte en una odisea. Lo primero que notas es que recuerdas con más amor todo que cuando vivías allí, y luego, que no importa cuánto te emociones al tratar de describir el Ávila o la hermosura del coral en la orilla de Cepe, para tu interlocutor es sólo un rato de conversación.

A un año todavía no logro pronunciar correctamente Venezuela en mandarín, pero ya me aproximo. No dejo de leer Noticias24, pero comparte el espacio con otros portales locales. No tengo Harina PAN, pero hago mis arepas con polenta. Y dentro de poco voy a lanzarme a hacer mi primer queso, aunque no tenga posibilidad de llegar a un pedazo de guayanés. A un año, sigo sin comer sopas de noodles, pero no saco los dumplings del menú por nada. No cambio mi español, pero me gusta aprender mandarín y sentir que puedo comunicarme, aunque todavía vagamente. Extraño el Caribe con tristeza de culebrón, y añoro el cielo azul de la golpeada Caracas, pero que oportunidad poder ver los cerezos florecer desde mi ventana en este comenzar de primavera. No hay chocolate venezolano, el mejor cacao del mundo, pero aprendí que Vietnam tiene un gran café. No hay Cordillera Andina, pero ya veré Mongolia.

No hay cómo llenar la nostalgia de lo que se dejó, la cosa es que hay otras tantas cosas que se van abriendo camino dentro de uno, y que, por qué no? capaz y son las nostalgias del mañana. Todo esto para decir que comienza mi segunda primavera aquí, en la China.

Alguien orinó en mi sofá!

6 Abr

Exhibición de sofás de Ikea. De izquierda a derecha: mujer durmiendo en un cómodo sofá de tres sillas. Hombre observando el precio del mueble blanco de al lado. Mujer tomando foto a la amiga que aprovecha el escenario como fondo para su postal dominguera

Despunta la primavera, el día amanece caliente y asoleado, domingo perfecto para… Ikea! Que mejor plan para un domingo primaveral y feriado que ir a la sede local de la tienda sueca de muebles y decoración. Un galpón de proporciones chinas -entiéndase gigante- con tres pisos de exhibiciones y mercancía. El espacio es tan grande que hasta tienen modelos de apartamentos de no más de 40 metros cuadrados para que los clientes copien ideas de distribución interior.

La propuesta de nuestro arrendatario incluía ir juntos a comprar los muebles del apartamento con un presupuesto pre determinado. Así que a las 10 de la mañana comenzó la experiencia antropológica en el tercer piso del galpón. No habíamos superado la exhibición de sofás cuando la intermediaria del dueño entendió que ir a Ikea constituye un paseo dominical, cuasi tradicional, en esta ciudad. Manadas de personas, carritos en mano, pululan en el laberinto que la tienda construyó como caminería para recorrer todos los departamentos de cabo a rabo y obligar a quiénes sólo van por una lámpara o un estante a ver todas las secciones con la potencial posibilidad de sucumbir a alguna tentación que no estaba en el plan.

Facturamos el sofá rápidamente y su cara comienza a descomponerse en una expresión de «yo aquí no me quedo». La sonriente empleada de la agencia -que hacía las veces de intérprete, de intérprete de la voluntad de los arrendatarios- me dice que la intermediaria no está muy de ganas de quedarse y que mejor yo haga las compras sola. Ahí soy yo quien entiende que caí redonda en una emboscada. Así sin más fijan un monto de dinero y desaparecen.

Sin más remedio tomo una bolsa y continúo en mi camino hacia la estación de bibliotecas. Marco gabinetes, bibliotecas y sigo. Para quién no ha comprado en Ikea, el sistema es sencillo: Luego de escoger el producto debe revisar la etiqueta bilingüe, si es self service debe anotar el código y ubicación para luego retirar la caja en el primer piso; si la etiqueta indica que debe buscar a un empleado, ellos le harán una factura que deberá cancelar en caja y luego entregar en la zona de despacho. El resto de productos se toman de los estantes y se lanzan al carrito o bolsa.

La caminería está dispuesta en un solo sentido, esto quiere decir que nadie le impide regresar al departamento que dejó atrás, pero sabrá que es en contra vía y que lo está haciendo bajo su propio riesgo. La experiencia es similar a intentar salir de la primera fila de un espectáculo en pleno apogeo.

Continúo a la sección de escritorios. Tengo oportunidad de ver las combinaciones de escritorios con modelos espontáneos, todo mundo ocupa alguna silla. Algunos charlan, otros toman unos minutos de descanso, y también hay quienes utilizan el espacio como fondo para ser fotografiados. Las cámaras abundan entre la clientela, algunos se retratan en estos escenarios que diseña la tienda para promocionar sus productos, pero otros van recogiendo imágenes de sillas, mesas, gavetas, gabinetes, quizás quieren tener ideas previas antes de comprar, quizás, ideas previas antes de copiar.

Comedores. Familias enteras sentadas en los juegos de comedor ensamblados como parte de la exhibición. Conversan cual sobremesa cualquiera. Paradójicamente yo ni siquiera pruebo el juego de sillas antes de facturar. Mal no? pero con tanta gente utilizando todos los muebles, me siento extraña haciendo lo mismo.

Cocina. No hay sillas ni butacas, así que las exhibiciones son considerablemente más despejadas. Es posible elegir, con calma, entre vasos, platos, accesorios, utensilios y otras variedades del ramo. Break para comer. Cansada de cargar la bolsa de compras, peleo por un carrito. A la primera me ganan, a la segunda yo gano. La alegría es efímera, justo en ese momento un empleado me informa que debo dejar mi carrito en un estacionamiento junto al restaurante si quiero comer. Anudo la bolsa al carrito con pericia de marinero para evitar que alguien me despoje de mis ruedas. La cola para comprar un menú es irremediable así que voy al primer piso por unos perros calientes baratones, y regreso para descubrir que, en efecto no pudieron desanudar mi bolsa, es por eso que se la llevaron al robarme el carrito. Peleo hasta el cansancio pero es inútil. Como también había dejado mi lista de códigos para retirar en planta baja, debo retroceder y empezar todo de nuevo. Bibliotecas, escritorios, comedores, cocina.

Cuartos. Los potenciales clientes se dan banquete acostándose en cuanto colchón o cama consiguen en el show room, y vaya que hay lugar entre las camas dobles, queen size, individuales y king size. Adicionalmente están los diferentes tipos de colchones y colchonetas. No es fácil abrirse espacio para probar la futura compra. Un hombre duerme en una cama, lista de compras en mano. Otros se fotografian. Cuando me decido voy al contador y pido para el empleado facturar todo. Me pregunta por un código que no diviso a distancia, voy a chequear y al volver, dos segundos más tarde, un sujeto está a punto de pegarme porque según él, yo debía esperar otro turno. Compro la discusión y el empleado media entre ambos. El hombre se va no sin antes descargar todo su odio a través de la mirada. Qué más da? qué es una pinta más para un tigre? Ser extranjero aquí es vestir a diario de animal print!

Bajo al segundo piso. Baños. Otro show room afortunado, pocos están admirando las combinaciones de espejos y gabinetes. La compra furtiva de la sección son los cepillos y accesorios de baño. Tropiezo con un carrito y surge un perro de una cartera. Sí, un guau guau de carne y hueso. Recorro a toda prisa las secciones de textiles, luminarias, infantiles y jardinería.

Fabiano llega. Decidimos volver a la zona de sofás para probar el elegido. Es imposible. Una chica duerme completamente acostada en él. A su lado un hombre chequea precios, y unos centímetros más a la derecha, dos chicas prueban el mejor ángulo para la foto dominguera. Intentar sentarse en alguno de los muebles exige los mismos reflejos que el juego de la sillita: tan pronto uno se levanta hay que correr a tomar su puesto. Una empleada molestísima irrumpe la improvisada hora de la siesta de todo mundo. Golpeando con un cojín los muebles levanta hasta a la soñolienta Blanca Nieves que dormitaba plácida en el modelito de tres puestos. Me pide que la siga para ayudarme con la compra del sillón y va a su camino retirando cojines fuera de lugar. De pronto levanta uno de un mueble blanco ostra y encuentra debajo una mancha de humedad. Cara de asco y el consiguiente grito «alguien orinó en mi sofá!». Le preguntó que si tendrá que limpiar eso y también por qué permiten a todo mundo pasar horas durmiendo o haciendo vida en estos simulacros de casa. Con sonrisa frustrada me replica «tú eres nueva en China, no sabes como es esto, no eres de aquí, pero a nosotros no nos queda más que SUFRIRLO!» (Nota del autor: las mayúsculas representan incremento del tono de voz).

Bajamos al primer piso para iniciar la carga de los muebles que vienen tal cual el comercial, todas las piezas se venden por separado. Caja aquí, caja allá, cuando no cabe más en ningún carrito y no hay una cosa más que tomar, vamos a la caja. Cola, qué más si no? Nos tratan de colear tres veces consecutivas, qué novedad… Veinte minutos en espera, sorpresa… Superamos la caja y vamos a la sección de despacho. Cola, qué más si no? Un sujeto trata de colearnos, qué novedad… Media hora en espera, sorpresa…Completamos el trámite y nos vamos a la parada de taxis. Cola, qué más si no? Nadie nos adelanta y apenas tardamos cinco minutos en llegar al carro, NOVEDAD! SORPRESA!

PD.: La chica sí tuvo que limpiar el sofá.