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Antigüedades del siglo 21

8 Dic

En la entrada del mercado algunos se anticipan a la venta y ofrecen cantidad de productos. Este señor vendía animales disecados en su carrito: varias gallinas y un perro volvían a casa tras no ser adquiridos por las mareas de clientes que cada fin de semana frecuentan el lugar buscando excentricidades

No comparto ni un poco ese gusto por la estética roja y dorada, con algunos trazos amarillos, que fomenta la China iconográfica en los extranjeros. Aunque he visto un par de buenos usos de esos muebles enormes, cuadrados y rebozantes de color en algunas salas de conocidos, no me siento tan confidente de incorporar una de estas piezas a mi casa.

Siendo más pragmática, decanto por las cosas más sencillas, con colores fuertes pero sin brillo de laca, y antes que antigüedades prefiero cosas de mi tiempo. Quizás porque sí creo en las energías de los objetos, o tal vez porque no creo en las historias de muebles que superan siglos sin ataques de termitas. Pero si algo tiene a favor la China contemporánea entre los turistas y expatriados es su antigüedad, y no son pocos quiénes intentan llevar a casa un poco de esos 5 mil años de historia y existencia.

El mercado de Panjiayuan es uno de los sitios para hacerse con antigüedades chinas en Pekín. Funciona a toda máquina los fines de semana. De lunes a viernes sólo abren algunas secciones. Desde las tempranas 5 de la mañana, vendedores de todos lugares abren las puertas de sus puestos o extienden sus mercancías en los pasillos del galpón al aire libre que es precedido por una cola de carros que va a dar hasta la avenida a poco más de un kilómetro de distancia.

En las afueras comienza la vendimia de jade, piedras, artículos de madera. Los hombres jugando mahjong en la acera le imprimen un ambiente aún más local a la escena.

Algunos vendedores exponen sus mercancías en el piso, en tanto que otros ocupan los casi 3 mil puestos registrados en las 5 hectáreas de feria

El mercado apenas cuenta 16 años de actividad en el sitio. Abarca unas 5 hectáreas y alberga a centenares de vendedores distribuidos por etapas en función de su mercaduría. Libros, cuadros, muebles, joyería, accesorios, artículos de masaje, espadas, cuchillos, recipientes de comida y cocina, jarrones e infinidad de pinturas están a la venta por precios no marcados que subirán o bajarán dependiendo de la fluidez de su mandarín y de su experiencia en negociación a la chinesa.

Réplicas idénticas de cuánta pintura famosa conoce o desconoce son ofertadas a precios módicos echando por tierra cualquier esperanza de antiquismo en el lado pictórico. Sin embargo, algunos esperanzados no tienen dudas sobre las fechas de aniversario de escaparates gigantescos o los clásicos jarrones esmaltados. Para otros todo es una mera farsa pero nadie tiene por qué saberlo en casa cuando le explican a la visita sobre el uso que la Dinastía Qing le daba a su armario.

El concepto de «pieza única» es desconocido entre los expositores. Por lo que rara vez encontrará algo que no se repita de un puesto a otro con frecuencia de producción frenética y masiva.

Pero hasta el más ávido y ateo puede errar en su tino al momento de distinguir falsificaciones sobre piezas artesanales. Un par de años atrás un amigo se aventuró a comprar unas pinturas en el Panjiayuan movido por el completo convencimiento de estar adquiriendo unos cuadros simpáticos y baratos, sin aspiraciones a poseer artículos de coleccionista.

Al iniciar su proceso de mudanza debió pasar una inspección oficial para garantizar que entre sus cosas no hubiese ningún objeto de valor histórico o patrimonial. Para su sorpresa, los menospreciados artes, de 30 dólares cada uno, no pasaron la revisión y debieron permanecer en el país por su valía. Será que, cuando de promesas de antigüedades se trata, toca desconfiar hasta de la autenticidad de las falsificaciones?

Nanjing Rd.

15 Jun

Aviso sobre la Nanjing Road West. De lado y lado encontrará vitrinas y comercios, si es de quiénes no se controla al momento de comprar, encontrará aquí uno de los lugares más tentadores que haya visitado

Comer y comprar. Las constantemente crecientes urbes de China invitan a muchas cosas, pero particularmente a comer y comprar. La tradición culinaria de China es tan amplia que cualquier esquina es recinto para comensales, en tanto que con los cambios económicos de los últimos años, el sonido de las cajas registradoras va pareciendo la pieza de ópera más asistida de la nación.

Si bien sentiría una tarea medianamente imposible hacer un ranking de shoppings o lugares comerciales en cualquiera de estas ciudades, algunos no vacilan en afirmar que la Nanjing Road de Shanghai es uno de los centros de compras más transitados del mundo. Las estimaciones dicen que un millón de personas transitan estas aceras diariamente. Más de 600 marcas establecieron sus vitrinas a lo largo de la caminería de 6 kilómetros que en su mayoría es sólo para peatones.

Conectada al sistema de metro a través de la línea 2, la Nanjing Road también se ha vuelto una dirección conveniente para hoteles, bares, puestos de comida rápida y vendedores informales quiénes también quieren tomar algún beneficio de la circulación diaria. Depende de dónde se le mire, la Nanjing Road (contando la ramificación este y la oeste) comienza o termina en el Jing’an Temple y desemboca en el este del Bund.

La caminata hacia en dirección al Bund es agradable, aunque más en el brazo este que termina siendo espacio sólo peatonal

Esta calle con más de 100 años de historia a cuestas es un punto turístico obligatorio y paraíso para los shopaholics. En el brazo oeste predominan las marcas internacionales y los centros comerciales con arquitecturas de impacto, en tanto que el este -mayormente para peatones- da para todo, incluso para caligrafías chinas, artesanías y electrodomésticos. Hay para todos los gustos y bolsillos, podrá encontrar relojes que superen los 10 mil dólares o hacerse con unas camisetas para el verano de no más de 10 dólares.

Si luego de una media hora continúa andando por la Nanjing Road sin una bolsita de papel con marca impresa es probable que comience a sentirse un alienígena. Creo que quienes inventaron este sistema de empacar la compra sabían lo que hacían, bien parece que el placer de ir de tiendas se reduce a abarrotarse de bolsas de diferentes logos, tamaños y colores, que a la adquisición de nuevas prendas en sí.

En todo caso, si visita la ciudad no sea salmón, no vaya contra la corriente, aproveche la caminata y ármese con, al menos, una bolsa que en la china contemporánea, ver vitrinas en la Nanjing Road es tan turístico como ir de paseo a la Ciudad Prohibida, si no me cree, revise una guía.

Cortesía de la casa

8 Abr

La mudanza trae consigo mil y un trajines. El servicio de cable que atiende el sector de la nueva casa no incluye entre su paquete canales internacionales, así que con mi chino (in) fluente me voy en busca de un equipo de DVD.

Ojeo aparatos en la tienda y una vendedora me increpa. Apenas le confirmo que quiero un equipo de DVD, comienza la charla de buena vendedora. Primera observación: Las marcas extranjeras no siempre reproducen copias. Segunda observación: Las chinas sí. Por increíble que parezca la diferencia de precios entre la opción local y la extranjera no es muy grande. Mi reticencia, casi genética, a elegir una firma china sobre una conocida me mantiene dudando.

Mientras pienso en aquella consigna que me infiltraron desde pequeña sobre los artefactos electrónicos que rezaba «chino, malo y barato; japonés, bueno y caro», otra cliente se acerca al mismo estante. La vendedora va a por ella con la misma plática, y ella parece responder con mi exacta desconfianza. No le quita los ojos de encima a los importados y desestima por completo los locales, no importa la explicación de la vendedora.

Finalmente, luego de probar cinco discos y tres equipos, y de consultar a la audiencia, decanto por un Blue Ray, importado toca porque la empresa local todavía no desarrolla esta tecnología. Pago y cargo mi caja. Pero no es todo, la empleada me cuenta que el aparato no incluye el cable de alta definición.

Me lleva hacia la sección de cables y me explica que si yo pago en efectivo ella tiene uno a mitad de precio. Le digo que sí, y vamos a su escritorio. Allí, como Pedro Navaja, mira pa’ un lado, mira pa’l otro y no ve a nadie, saca el cable, toma el dinero, y me despide con una sonrisa de buena vendedora plus un set triple de películas, también, «cortesía de la casa».

Alguien orinó en mi sofá!

6 Abr

Exhibición de sofás de Ikea. De izquierda a derecha: mujer durmiendo en un cómodo sofá de tres sillas. Hombre observando el precio del mueble blanco de al lado. Mujer tomando foto a la amiga que aprovecha el escenario como fondo para su postal dominguera

Despunta la primavera, el día amanece caliente y asoleado, domingo perfecto para… Ikea! Que mejor plan para un domingo primaveral y feriado que ir a la sede local de la tienda sueca de muebles y decoración. Un galpón de proporciones chinas -entiéndase gigante- con tres pisos de exhibiciones y mercancía. El espacio es tan grande que hasta tienen modelos de apartamentos de no más de 40 metros cuadrados para que los clientes copien ideas de distribución interior.

La propuesta de nuestro arrendatario incluía ir juntos a comprar los muebles del apartamento con un presupuesto pre determinado. Así que a las 10 de la mañana comenzó la experiencia antropológica en el tercer piso del galpón. No habíamos superado la exhibición de sofás cuando la intermediaria del dueño entendió que ir a Ikea constituye un paseo dominical, cuasi tradicional, en esta ciudad. Manadas de personas, carritos en mano, pululan en el laberinto que la tienda construyó como caminería para recorrer todos los departamentos de cabo a rabo y obligar a quiénes sólo van por una lámpara o un estante a ver todas las secciones con la potencial posibilidad de sucumbir a alguna tentación que no estaba en el plan.

Facturamos el sofá rápidamente y su cara comienza a descomponerse en una expresión de «yo aquí no me quedo». La sonriente empleada de la agencia -que hacía las veces de intérprete, de intérprete de la voluntad de los arrendatarios- me dice que la intermediaria no está muy de ganas de quedarse y que mejor yo haga las compras sola. Ahí soy yo quien entiende que caí redonda en una emboscada. Así sin más fijan un monto de dinero y desaparecen.

Sin más remedio tomo una bolsa y continúo en mi camino hacia la estación de bibliotecas. Marco gabinetes, bibliotecas y sigo. Para quién no ha comprado en Ikea, el sistema es sencillo: Luego de escoger el producto debe revisar la etiqueta bilingüe, si es self service debe anotar el código y ubicación para luego retirar la caja en el primer piso; si la etiqueta indica que debe buscar a un empleado, ellos le harán una factura que deberá cancelar en caja y luego entregar en la zona de despacho. El resto de productos se toman de los estantes y se lanzan al carrito o bolsa.

La caminería está dispuesta en un solo sentido, esto quiere decir que nadie le impide regresar al departamento que dejó atrás, pero sabrá que es en contra vía y que lo está haciendo bajo su propio riesgo. La experiencia es similar a intentar salir de la primera fila de un espectáculo en pleno apogeo.

Continúo a la sección de escritorios. Tengo oportunidad de ver las combinaciones de escritorios con modelos espontáneos, todo mundo ocupa alguna silla. Algunos charlan, otros toman unos minutos de descanso, y también hay quienes utilizan el espacio como fondo para ser fotografiados. Las cámaras abundan entre la clientela, algunos se retratan en estos escenarios que diseña la tienda para promocionar sus productos, pero otros van recogiendo imágenes de sillas, mesas, gavetas, gabinetes, quizás quieren tener ideas previas antes de comprar, quizás, ideas previas antes de copiar.

Comedores. Familias enteras sentadas en los juegos de comedor ensamblados como parte de la exhibición. Conversan cual sobremesa cualquiera. Paradójicamente yo ni siquiera pruebo el juego de sillas antes de facturar. Mal no? pero con tanta gente utilizando todos los muebles, me siento extraña haciendo lo mismo.

Cocina. No hay sillas ni butacas, así que las exhibiciones son considerablemente más despejadas. Es posible elegir, con calma, entre vasos, platos, accesorios, utensilios y otras variedades del ramo. Break para comer. Cansada de cargar la bolsa de compras, peleo por un carrito. A la primera me ganan, a la segunda yo gano. La alegría es efímera, justo en ese momento un empleado me informa que debo dejar mi carrito en un estacionamiento junto al restaurante si quiero comer. Anudo la bolsa al carrito con pericia de marinero para evitar que alguien me despoje de mis ruedas. La cola para comprar un menú es irremediable así que voy al primer piso por unos perros calientes baratones, y regreso para descubrir que, en efecto no pudieron desanudar mi bolsa, es por eso que se la llevaron al robarme el carrito. Peleo hasta el cansancio pero es inútil. Como también había dejado mi lista de códigos para retirar en planta baja, debo retroceder y empezar todo de nuevo. Bibliotecas, escritorios, comedores, cocina.

Cuartos. Los potenciales clientes se dan banquete acostándose en cuanto colchón o cama consiguen en el show room, y vaya que hay lugar entre las camas dobles, queen size, individuales y king size. Adicionalmente están los diferentes tipos de colchones y colchonetas. No es fácil abrirse espacio para probar la futura compra. Un hombre duerme en una cama, lista de compras en mano. Otros se fotografian. Cuando me decido voy al contador y pido para el empleado facturar todo. Me pregunta por un código que no diviso a distancia, voy a chequear y al volver, dos segundos más tarde, un sujeto está a punto de pegarme porque según él, yo debía esperar otro turno. Compro la discusión y el empleado media entre ambos. El hombre se va no sin antes descargar todo su odio a través de la mirada. Qué más da? qué es una pinta más para un tigre? Ser extranjero aquí es vestir a diario de animal print!

Bajo al segundo piso. Baños. Otro show room afortunado, pocos están admirando las combinaciones de espejos y gabinetes. La compra furtiva de la sección son los cepillos y accesorios de baño. Tropiezo con un carrito y surge un perro de una cartera. Sí, un guau guau de carne y hueso. Recorro a toda prisa las secciones de textiles, luminarias, infantiles y jardinería.

Fabiano llega. Decidimos volver a la zona de sofás para probar el elegido. Es imposible. Una chica duerme completamente acostada en él. A su lado un hombre chequea precios, y unos centímetros más a la derecha, dos chicas prueban el mejor ángulo para la foto dominguera. Intentar sentarse en alguno de los muebles exige los mismos reflejos que el juego de la sillita: tan pronto uno se levanta hay que correr a tomar su puesto. Una empleada molestísima irrumpe la improvisada hora de la siesta de todo mundo. Golpeando con un cojín los muebles levanta hasta a la soñolienta Blanca Nieves que dormitaba plácida en el modelito de tres puestos. Me pide que la siga para ayudarme con la compra del sillón y va a su camino retirando cojines fuera de lugar. De pronto levanta uno de un mueble blanco ostra y encuentra debajo una mancha de humedad. Cara de asco y el consiguiente grito «alguien orinó en mi sofá!». Le preguntó que si tendrá que limpiar eso y también por qué permiten a todo mundo pasar horas durmiendo o haciendo vida en estos simulacros de casa. Con sonrisa frustrada me replica «tú eres nueva en China, no sabes como es esto, no eres de aquí, pero a nosotros no nos queda más que SUFRIRLO!» (Nota del autor: las mayúsculas representan incremento del tono de voz).

Bajamos al primer piso para iniciar la carga de los muebles que vienen tal cual el comercial, todas las piezas se venden por separado. Caja aquí, caja allá, cuando no cabe más en ningún carrito y no hay una cosa más que tomar, vamos a la caja. Cola, qué más si no? Nos tratan de colear tres veces consecutivas, qué novedad… Veinte minutos en espera, sorpresa… Superamos la caja y vamos a la sección de despacho. Cola, qué más si no? Un sujeto trata de colearnos, qué novedad… Media hora en espera, sorpresa…Completamos el trámite y nos vamos a la parada de taxis. Cola, qué más si no? Nadie nos adelanta y apenas tardamos cinco minutos en llegar al carro, NOVEDAD! SORPRESA!

PD.: La chica sí tuvo que limpiar el sofá.