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Pato vegetariano

27 Oct

Plato en un restaurante de Shanghai: Pato vegetariano. Traducción literal...

Sin perder tiempo en perderse

22 Jun

Letrero pegado en el asiento trasero de los taxis en Shanghai. Perdido? no más!

La primera gran mudanza de mi vida fue de una ciudad grande -según los cánones de mi país- a la capital. Muchos que dan ese paso en sus lugares coincidirán conmigo en que es inevitable sentirse como otro provinciano más intentando ganar un espacio en la «gran ciudad», póngale el nombre que sea. En mi caso se llamaba Caracas, pequeña pero importante y tumultosa.

Mi primera obsesión fue caminar de cabo a rabo para entender la geografía del sitio. Si bien aprendí a Maracaibo -mi ciudad natal- de corazón o por costumbres, lo de Caracas se volvió más bien un asunto académico o, quizás científico. No hay mucho tiempo para ubicarse, hay hambre por comprender los sistemas, las jergas y memorizar las líneas de metro (que con nuestro subdesarrollo, ésta fue de las tareas más sencillas).

Apenas comenzaba esa autoimpuesta rutina de observación diaria cuando descubrí que en el centro de Caracas las direcciones no tienen números. Las referencias son esquinas. Todas las esquinas tienen nombres y una casa no queda en el número tal de la calle pascual, sino de mengano a fulano, o por el estilo. La revelación tuvo sólo un lado positivo: finalmente entendí una vieja canción local que hablaba de una muchedumbre que iba «de Pinto a Miseria«. Con la desorganización propia de nuestra capital, pocos avisos recordaban los antiguos nombres de pila de las esquinas y miles de veces yo deambulé como aquella muchedumbre «de Pinto a Miseria» sin dar con norte alguno.

Mi segunda gran mudanza fue a Pekín. Aunque la reacción automática es la misma: observar y aprender con rapidez, pasar a una ciudad cuatro veces más grande, con diferente idioma y sistema de grafía, puede dificultar un poco el proceso. Pero en los tiempos que corren la tecnología todo lo puede y todo lo cambia. No sólo decenas de aplicaciones para móviles le hacen la vida más ligera y digerible a quiénes intentamos abrirnos paso en estas ciudades interminables, sino también sistemas como el telefónico Guanxi.

El término tiene una acepción local para definir a los contactos o conexiones que dentro de redes o lugares facilitan todo. En Venezuela sería un sinónimo de «palanca», ya saben, aquello de «tengo un amigo, amigo de un amigo, que tiene un conocido en tal sitio y te puede ayudar». Pero en China, Guanxi también es un servicio de SMS que por 1 kuái (cada envío) funciona como guía de direcciones y teléfonos bilingüe.

Basta con enviar un SMS con el nombre de un lugar al 106695882929 y de inmediato volverá una lista de nombres para aclarar la solicitud. Otro SMS y recibirá teléfono y dirección en inglés. Uno más y tendrá la información en caracteres para mostrarla a su taxista.

Con la demanda local que generó la Expo-Shanghai de 2010 en la ciudad homónima pusieron a la orden de los visitantes un call center gratuito y disponible en mandarín, inglés y español, entre otros idiomas. Con sólo marcar el 962288 y oprimir par de números -dependiendo de la lengua requerida- podrá preguntarle al operador no sólo direcciones, sino orientaciones e informaciones indispensables para un turista como dónde comprar ingresos para una obra o el horario de funcionamiento de alguna sala de cine.

Puede, en perfecto castellano, decir «estoy en tal calle y quiero llegar a tal otra, qué hago?», y le resolverán la vida. Le explicarán si la mejor opción es el metro, un taxi o apenas caminar. Para quién ha padecido las tristezas y desamparos de una perdida en China, convendrá en que hablar con estos operadores puede ser la mayoría de las veces una experiencia religiosa. Un gran paso en la meta de vivir en China sin perder tiempo en perderse.

Usando el pasado para agitar el presente

21 Jun

En la Shanghai de hoy perviven algunas muestras de lo que fuera el estilo arquitectónico predominante en tiempos pasados (Foto tomada del China Daily)

Shikumen es el nombre que define un estilo arquitectónico marca de Shanghai. Estos angostos edificios empezaron a construirse a finales del siglo 19 e incluyen entre sus detalles algunas características occidentales. Con los cambios del país y las prisas que imponen los nuevos tiempos, buena parte de estos bloques del pasado han sido totalmente reemplazados por viviendas acordes a las demandas contemporáneas.

Sin embargo, como el pasado -siempre que superado- puede preservarse para ser teñido con algunas gotas de modernismo, ganando un toque bohemio y virando en sitio para aislarse de las masas y el comercio, junto a más masas y más comercio, algunos sobrevivientes shikumen han sido conservados y guiados en proyectos para incentivar el turismo tal como la concurrida Xintiandi, que da para comer, ir de copas y comprar circulando entre las reminiscencias de la Shanghai que una vez fue.

La circulación entre los callejones de Taikang Lu es asimétrica, mientras algunos parecen una tienda en estación de rebajas, otros lucen como un escape del tráfico. Al fondo de este hay una tienda de tés con una vendedora que no sólo da a probar sino que explica la funcionalidad de cada hierba

Con un intento más «artístico», otro experimento de preservación se ha dado en la ciudad. Taikang Lu está compuesto por varios callejones que se cruzan entre sí creando una vecindad -en apariencia- cerrada al mundo exterior. Enclavado en la zona conocida como la Concesión Francesa, es fácil llegarle por metro, mas puede estar tan aislado -en apariencia- que sólo tomar la salida opuesta del subterráneo y no verá nada que le cuente que está cerca de un complejo de arte, comida y bebida.

Puede conseguir un mapa -en mandarín- en el punto de información al turista que está en la calle frontal, pero al ojo por ciento verá que el lugar está para caminar y descubrir. Como buena parte de las cosas ya descritas aquí, el negocio está en comer, beber, caminar y comprar, o al menos ojear.

Con pasillos angostos, el flujo de visitantes varía conforme a las horas. Si quiere caminar y echar un ojo sin sentirse parte de una multitud entonces aplique aquello de "a quien madruga, Dios ayuda" porque mientras más temprano menos gente, con el atardecer aparecen las muchedumbres

Los pasillos son realmente angostos, hay andamios por doquier que dan la impresión de que algo va a caer encima en cualquier momento. Piezas todavía en construcción o ahora en remodelación, paredes con bloques en obra limpia libres de revestimientos, puertas estrechas y amplias ventanas ayudan a imprimir ese aire antiguo o tradicional que todo turista ansía ver en un país conocido por su antiquísima civilización.

Así luce Taikang Lu desde una de las terrazas de la calle frontal, un mar de andamios y techos a dos aguas

No soy capaz de establecer una media de por qué estos lugares resultan atractivos y relajantes del ultra moderno shopping mall, pero a juicio de esta humilde narradora podría deberse a razones como las variopintas mesas al aire libre, la cosa no tan pulida, la esperanza de ver propuestas distintas, de no comprar la pieza que fue elaborada en millares para más de 100 países, el intimismo de sentirse en medio de una comunidad, las variedades entre callejones en contraste con las simetrías de los pasillos de los centros comerciales, la expectativa de alguna sorpresa, o la necesidad de sentir, por unos minutos, que estás lejos de la ciudad con la certeza de que estás dentro de la ciudad.

Nadie se inmuta por ir debajo de tanto bambú que evidencia aquello de "cuidado, obreros trabajando". Luego de unos minutos en las callejuelas terminará sintiendo que es todo parte del ambiente

Shopaholic confesa, debo contar que salí con las manos vacías, no por falta de opción sino por falta de intención. En materia de comida, las opciones son más internacionales que locales, mientras que no escasean terrazas o espacios abiertos para un café, un helado o unas cervezas.

Decoración de un café-bar... exótica? bizarra? incomprendida? escoja el adjetivo de su preferencia...

En medio de trajes, bolsos, accesorios y peluches también podrá viajar al pasado con tiendas de memorabilia ideológica de la antigua China, donde no faltan los afiches de propaganda o las tazas de peltre con la respectiva estrella roja.

Los restos de mi comida de Indonesia. Nada mal el arroz con piña a no ser por una lluvia de polvillo que cayó de un andamio superior. Los vecinos de mesa eran justo de Indonesia, así que mejores críticos que yo con todos los méritos, opinaron que la comida se ajustaba pero que no era tan típica, igual les queda la mini-reseña del Bali por si andan cerca

Shanghai en tres postales

20 Jun

Los locales abarrotan las mesas de la plaza para batir una intensa partida de cartas. Escena clásica de los parques citadinos de China

«Sobre el mar» es la traducción literal de «Shanghai». La mundialmente conocida como la capital económica de China tiene un pasado de ires y venires narrado en inglés, francés, japonés y mandarín.  Quizás son sus rastros históricos, su imparable afluencia de extranjeros, o ambas cosas, lo que le ha tatuado en el rostro esa facción especialmente cosmopolita que brota como primer rasgo en lo que ya va pareciendo una comparación obligatoria frente a Pekín.

Opiniones aparte, es una ciudad para caminar. Creo que le cabría perfecto ese «hen hao kan» en mandarín que significa «agradable a la vista», porque es exactamente eso, agradable a la vista. Este par de líneas no deben tomarse como una generalización que abarque todo Shanghai, pero sí a buena parte de ella. Lo que sí es una generalización nada tímida es que el aire es menos contaminado que el de Pekín, lo que invita a patear la calle sin pensar en alergias o sinusitis.

Postal 1: Vale la pena adentrarse un rato en los recovecos de la Plaza del Pueblo. Aprovechando el Museo tan cerca así como el parque, y si la agenda lo permite, es un sitio perfecto para un almuerzo o cena. Con estación de metro propia haciendo cruce en 3 líneas de metro, es imperdible en la visita

Un ejemplo perfecto es la caminería que va desde la West Nanjing Road hacia la East Nanjing Road. La ruta plagada de vitrinas, tiendas y reluctantes avisos de ofertas contempla una parada en el Renmin Square  o People’s Square. En las inmediaciones del Renmin Park, y a un paso del Museo de Arte Contemporáneo de Shanghai, la People’s Square resulta una mancha de verde entre tanto concreto, un stop de la vibra comercial que sacude las calles vecinas.

Da para caminar en medio de subidas y bajadas, entretenerse viendo a los locales jugar cartas, hacer un poco de ejercicio, comer en un restaurante con vista al lago o para retratar la clásica imagen del contraste entre naturaleza y modernidad, ya saben árboles en primer plano, rascacielos interminables emergiendo al fondo como si fueran unos inanimados Godzillas de concreto.

Si sigue en dirección hacia el este a través de la Nanjing Road se abrirá paso a un mundo peatonal hasta desembocar en el Bund, una de las orillas del río Huangpu -responsable de dividir a Shanghai en dos mitades. Una muestra arquitectónica del pasado occidental y del presente vibrante del lugar, así como un aperitivo visual del voraz apetito de construcción que se apoderó de la otra orilla del Huangpu: Pudong. Es justamente allí donde se alza la famosa Torre Perla Oriental, ese edificio que todo mundo tiene en la cabeza como la imagen de Shanghai, la torre de televisión con extravagante diseño que se ha convertido en foto-turista obligatoria para todo el que visita la zona.

Postal 2: La Perla del Oriente se ve desde cualquier rascacielos cercano. Es mucho más apreciable desde una ligera distancia que en su inmediato pie. Varios hoteles se disputan las vistas nocturnas hacia el río. Tomarse algo con la respectiva panorámica también es un highlight del paseo, y vaya que no faltan opciones para esto

En mi modesta opinión es mucho más impresionante el gigantesco elevado peatonal que interconecta las avenidas del lugar y que está justo a unos metros de la Torre. Claro, viniendo de un país donde el peatón es una especie non grata, un trabajo semejante -con escaleras mecánicas incluidas- me resulta más alucinante que la Torre con forma de lápiz atragantado con par de olivas (obvio, no subí).

Quién aún tiene el instinto comprador en piloto automático ignorará la Torre y la pasarela peatonal para brincar directo al Superbrand Mall, el más grande de la ciudad. Si está más en ánimos de tomarse una última postal por el día, seguirá de largo unos metros más para ver la otra cara del Huangpu.

Postal 3: Justo detrás del Superbrand Mall se extiende un bulevar que va a la par del río Huangpu. Excelente para tener una visión desde Pudong y para dejar caer la tarde, sobre todo si -como en mi caso- agradece cualquier lugar abierto que ofrezca aire menos contaminado que el de Pekín. Basta con tomar metro para cruzar de un lado a otro en cuestión de minutos

Nanjing Rd.

15 Jun

Aviso sobre la Nanjing Road West. De lado y lado encontrará vitrinas y comercios, si es de quiénes no se controla al momento de comprar, encontrará aquí uno de los lugares más tentadores que haya visitado

Comer y comprar. Las constantemente crecientes urbes de China invitan a muchas cosas, pero particularmente a comer y comprar. La tradición culinaria de China es tan amplia que cualquier esquina es recinto para comensales, en tanto que con los cambios económicos de los últimos años, el sonido de las cajas registradoras va pareciendo la pieza de ópera más asistida de la nación.

Si bien sentiría una tarea medianamente imposible hacer un ranking de shoppings o lugares comerciales en cualquiera de estas ciudades, algunos no vacilan en afirmar que la Nanjing Road de Shanghai es uno de los centros de compras más transitados del mundo. Las estimaciones dicen que un millón de personas transitan estas aceras diariamente. Más de 600 marcas establecieron sus vitrinas a lo largo de la caminería de 6 kilómetros que en su mayoría es sólo para peatones.

Conectada al sistema de metro a través de la línea 2, la Nanjing Road también se ha vuelto una dirección conveniente para hoteles, bares, puestos de comida rápida y vendedores informales quiénes también quieren tomar algún beneficio de la circulación diaria. Depende de dónde se le mire, la Nanjing Road (contando la ramificación este y la oeste) comienza o termina en el Jing’an Temple y desemboca en el este del Bund.

La caminata hacia en dirección al Bund es agradable, aunque más en el brazo este que termina siendo espacio sólo peatonal

Esta calle con más de 100 años de historia a cuestas es un punto turístico obligatorio y paraíso para los shopaholics. En el brazo oeste predominan las marcas internacionales y los centros comerciales con arquitecturas de impacto, en tanto que el este -mayormente para peatones- da para todo, incluso para caligrafías chinas, artesanías y electrodomésticos. Hay para todos los gustos y bolsillos, podrá encontrar relojes que superen los 10 mil dólares o hacerse con unas camisetas para el verano de no más de 10 dólares.

Si luego de una media hora continúa andando por la Nanjing Road sin una bolsita de papel con marca impresa es probable que comience a sentirse un alienígena. Creo que quienes inventaron este sistema de empacar la compra sabían lo que hacían, bien parece que el placer de ir de tiendas se reduce a abarrotarse de bolsas de diferentes logos, tamaños y colores, que a la adquisición de nuevas prendas en sí.

En todo caso, si visita la ciudad no sea salmón, no vaya contra la corriente, aproveche la caminata y ármese con, al menos, una bolsa que en la china contemporánea, ver vitrinas en la Nanjing Road es tan turístico como ir de paseo a la Ciudad Prohibida, si no me cree, revise una guía.

Una galaxia para China?

7 Mar

Padezco de ansiedad. Es un problema. Nunca lo había racionalizado hasta el año pasado, lamentablemente lo hice pocos días antes de emprender el maratónico viaje de 24 horas hasta Venezuela. En el Pekín-París, luego de dos películas reparé en que aún sobrevolábamos Rusia y para no desesperar escogí, rápidamente, otro filme. Nada más cansón que una película gringa doblada así que opté por una de la Madre Patria, así, en mayúscula porque fue de esa forma que aprendimos a escribir sobre España en primaria.

Resultó ser una historia sobre un chef que añoraba, sobre cualquier cosa, una estrella para formar parte de la constelación española que hace parte en esa galaxia creada por la guía Michelin de restaurantes. El punto álgido de la trama se centra cuando un inspector de la biblia roja de la culinaria europea finalmente viene a comer a su local. La complejidad del asunto es que el hombre debe decidir entre guiar la atención del anhelado comensal o asistir por primera vez al cumpleaños de su hijo, a quien no vio ni cuidó en 15 primaveras. Coronarse como padre o como chef? Decanta por su hijo, y para el happy ending asume que no tendrá estrella, ni prestigioso restaurante: disfruta la vida en familia trabajando en un comedor de poca monta que no tiene los avatares de un aspirante a estrella.

La guía Michelin, con partida de nacimiento sellada en Francia, es altamente influyente en Europa y ya marca pauta en varias ciudades de Estados Unidos. En Asia debutó con su edición para Tokio (Japón) en 2007, y luego abordó los aromas y sabores de los establecimientos de Hong Kong y Macao, ambas pertenecientes a China pero bajo régimen especial administrativo. La primera con ascendente inglés y la segunda, portugués, son referentes turísticos por excelencia. El próximo lanzamiento (veredicto?) será en marzo y versará sobre la culinaria de Taiwán.

A propósito de estas incursiones asiáticas, el periódico local China Daily publicó un interesante trabajo unas semanas atrás acerca del efecto que la guía roja ha tenido en el mundillo gastronómico asiático y los retos a enfrentar si los siguientes objetivos fueran urbes como Pekín o Shanghai. Los chef entrevistados, todos miembros de ese club selecto de galardonados por la Michelin, coinciden en que el galardón es un honor y un motivo para innovar en el fogón y en otros factores que comienzan a formar parte indivisible de un buen almuerzo o cena: el ambiente o la presentación de los platos, por ejemplo. Uno de los consultados reconoce que, al momento de elegir un restaurante, las estrellas no ejercen mayor influencia en el público, pero sí se ha vuelto una obsesión para los prestadores del servicio. Podría concluirse, de entrada, que tal como las mujeres no se visten para los hombres, los restaurantes no se perfeccionan para sus comensales, sino para la crítica. Claro está que parece haber quienes no sucumben a la pluma ni al paladar de los inspectores -como la administración del hongkonés Fook Lam Moon- y más allá de lo fugaces que puedan ser las nuevas estrellas, se mantienen estrictos a las reseñas de los críticos de siempre: los habituales comensales.

Otro tema que entra en el debate es la nacionalidad de las papilas gustativas que papel en mano, y protegidas por la benevolencia del anonimato, indagan en cada sorbo y bocado que acometen. Del equipo de 12 inspectores que trabajó en la segunda edición para Hong Kong y Macao, sólo dos eran chinos, lo que trajo algunas suspicacias sobre si los cánones occidentales son válidos para juzgar comida en estos predios. Luego del lanzamiento en Tokio, también hubo algunos descontentos que deseaban haber sido juzgados por paladares japoneses. Discurso de perdedor? quizás, pero yo prefiero dar el beneficio de la duda. Como sea, la vocería de la biblia roja prefiere zanjar las controversias afirmando que no hace falta ser francés para degustar la variedad gastronómica de París, ni pekinés para reconocer los sabores de la ancestral y famosa cocina china.

Dejando de lado las controversias, es innegable que subir al cielo Michelin o permanecer en la tierra con el resto de los mortales ha de marcar la diferencia para el circuito culinario de metrópolis como Pekín o Shanghai, especialmente cuando de paladares turistas se trate, o por qué no? también puede incidir en las rutinas gastronómicas de la clase emergente china que devora carros y ropa de marca a la velocidad de la luz. Pero también es un hecho -comprobado en esta mínima experiencia- que parte del gusto de comer en Pekín es saborear, descubrir y sorprenderse (para bien o para mal). Es vivir en un mundo de citas a ciegas, unas veces hay química, otras uno termina preguntándose «y cómo fue que paré yo aquí?». Es, también, una constante reafirmación  de que no todo es lo que parece: en ocasiones el manjar sale de pequeños recovecos displicentes, mientras que faraónicos restaurantes pueden resultar en faraónicas decepciones.

En lo personal convengo en que si los embajadores de la biblia roja de la culinaria comienzan a circular por estas calles, el reto de los anónimos inspectores será definir si la gastronomía de China es apenas una constelación más, o por el contrario, tiene tantas estrellas que da para construir una nueva galaxia en el universo Michelin.