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Tras la puerta del baño

21 Dic

 

La puerta de baño más extravagante que hasta el momento vi. Es la atracción de un restaurante de sushi en el distrito Chaoyang de Pekín. Se abre colocando la mano en la caja de junto, y por dentro se abre pisando un pedal en el piso

Pese al sofisticado sistema, el baño no encierra mayores secretos...

Este hotel en la sureña provincia de Guangxi ofrecía, no sólo Internet en sus habitaciones, sino también una computadora pantalla plana en cada cuarto, sin embargo, lo que gastaron en este mobiliario lo ahorraron en el baño. La tubería que sube al lado del lavamanos es la ducha, cuya agua cae directamente sobre la letrina allí presente

En este otro ejemplar de baño de otro hotel en la misma región de Guangxi, además de ofrecer un combo de cepillo dental, crema, jabón y afeitadoras por la módica suma de 10 mil bolívares (al cambio), también ofrecían condones en todas sus variantes, vibradores y hasta ropa interior desechable

La frontera en tres platos

25 Nov

Ese pequeño punto rojo que se ve al fondo es la bandera de Vietnam ondeando en la frontera. De esto lado, China

La primera vez que vi uno de esos tradicionales sombreros vietnamitas fue en la película Pelotón. Aún muy niña, grabé en mi cabeza a Vietnam como un lugar verde, y lo relacioné con dos imágenes muy claras: el asesinato del noble sargento Elías y el sombrero beige en forma de cono.

Dicho esto, no resulta difícil imaginar que el «Non la» (nombre del sombrero en vietnamita) fuera la primera cosa que llamara mi atención en las calles de Dongxing, ciudad al sur de China en los límites con Vietnam. Como todo centro poblado de frontera, en la zona (perteneciente a la región autónoma de Guangxi) es usual sentir una fusión de culturas y de países. Restaurantes, idiomas, sistemas de escritura y, por supuesto, atuendos. De un lado a otro corren las vendedoras pertrechadas con estos sombreros y sendas cestas de idéntica forma que penden de una vara de madera equilibrada en un hombro. Ofrecen a todo mundo cigarrillos, frutas y brazaletes de madera. Al caminar las cestas, cargadas con cualquier cosa que pueda imaginar, se balancean en perfecta sincronía con sus pasos, al punto que de sólo verlas podrías escuchar la música que les marca el ritmo.

La postal más común de la zona. El aperitivo de estar a punto de entrar a Vietnam. Cómo verán en esas cestas cabe cualquier cosa, incluso se puede prender un fogón y asar unos pasapalos

No paraba de contemplar sus menudas figuras hasta que en un restaurante otra estampa cautivó mi sorpresa. Peces, moluscos y cretáceos a la venta, frescos, vivos, a un lado de las mesas, como ya es costumbre. Escoger el menú era cuestión de señalar la pecera e indicar la cantidad. Luego de ignorar a los pulpos miniatura y sentenciar a los langostinos a la muerte por caldero, el mesero se sintió en libertad de ofrecer un extraño animal de caparazón duro y patas arañosas. ‘Un cangrejo gigante con cola’ pensé a la primera, pero no, realmente nunca vi nada parecido. Con un poco de traducción, me explicaron que se trataba de un «Heo», pero no importa cuántas veces busqué la palabra, no encontré una foto de un ser vivo con ese nombre de pila.

El menú! Podrán decir que es excesivamente gráfico, pero por lo menos no exige hablar mandarín ni cantonés

El supuesto "Heo" en su fase viva, del otro lado no era más que un gran caparazón

Primer plato: El cretáceo vuelto comida. El fin no justificó los medios

Descuartizado, el cretáceo (supongo) llegó a la mesa vuelto un amasijo entre gris y amarillo con vestigios de lo que alguna vez fueran sus patas. Es justo decir que el sujeto murió en vano, puesto que no podía tener peor sabor. Sus restos descansaron en paz en el plato, fue imposible comerlo, menos cuando al lado destacaban los langostinos, ahora sonrojados y al ajillo. El café pos almuerzo fue sustituido por un té, y el postre por una caminata junto al río que separa a China de Vietnam.

Si bien al sur, pero no tanto como para probar los famosos «noodles cruzando el puente» (plato tradicional de la vecina provincia de Yunnán), o para degustar en casa el dim sum cantonés, me limité a desayunar unos noodles de carne, que como sabrán, no es más que una sopa con espagueti y trocitos de carne condimentada con cuanta especie tenga a bien servirse cada comensal. Yo, que como Mafalda odio la sopa, no eché más que cebollines picados. Mis prejuicios aparte, la opción resulta económica y completa para primera ración de un día frío como los que ya comenzaban a despuntar en la ciudad.

Segundo plato: Noodles de carne, un desayuno completo!

La carretera hacia el sur de China premia con panorámicas verdes y de horizontes azules, marcados consecuentemente por formaciones rocosas de diversas formas, tamaños y colores. Los llamados «karst» del sur del país figuran en la lista del patrimonio mundial de la Unesco, y sorprenden felizmente al ojo que durante meses ha tenido las moles de concreto de Pequín como vista principal.

Una visual de las formaciones rocosas del sur conocidas como "karst". Desde la carretera es posible verlas aparecer una tras otra de lado y lado del asfalto (Foto tomada de http://www.panoramio.com/photo/800056)

Al arribar a Pingxiang, reaparecen las grúas de construcción que, evidentemente, no paran de esparcirse por el país. Sin embargo, la vegetación siendo una constante de la visual.

Un modesto restaurante vietnamita es la última parada gastronómica antes de completar el camino a Huu Nghi Quan o, en castellano, «paso amistoso», el más concurrido de los tres cruces fronterizos que comparten China y Vietnam. Sin el menor conocimiento de cantonés y un mandarín indecente, la elección de platos termina siendo decisión de la casa.

El local no exhibe en peceras lo que minutos más tarde será comida, pero si expone una amplia selección de animales macerados en alcohol. No me sorprendieron las serpientes, pero confieso que tanto bicho dispuesto en frasco no es el mejor aperitivo.

Mientras apreciaba la exhibición, comenzó a llegar el botín. Más langostinos, más noodles, pez asado, ensaladas y los mejores rollos primavera que en mi vida haya comido. No quedó espacio ni voluntad para el café o para el postre. Luego de reconfirmar mi novísima pasión por la comida vietnamita, el banquete sólo invitaba a una cosa: recorrer los 20 kilómetros faltantes para cruzar el puente fronterizo que desemboca en Dong Dang, el pueblo limítrofe de Vietnam, ubicado a 164 kilómetros de la capital, Ha Noi.

Tercer plato: Uno de los mejores banquetes de comida vietnamita y la antesala a Ha Noi