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La vida después de meter la pata

17 Jul

No sé el resto de la humanidad, pero no suelo dedicar ningún minuto del día a pensar en la importancia de mis dedos, y menos aún si se trata de los dedos del pie. Claro que son importantes, pero la mayor reflexión a la que puedo llegar acerca de órganos y sus funciones parece estar influenciada por tamaño, así en más de una ocasión podré haber comentado sobre riñones, extremidades, corazón o cérebro. Pero dedos? qué va.

Mi perspectiva cambió luego de tropezar con mi cama y quebrar un dedo del pie: desde hace dos semanas, 80% de mis conversaciones giran en torno a un hueso, porque fue apenas el segundo metatarso el que se quebró. Mi rutina está supeditada a un dedo, y es un dedo el que me ha hecho rodar por la casa en una silla, andar de muletas y experimentar sensaciones varias que van desde el básico dolor hasta los repetidos calambres, pasando por una curiosa necesidad de apoyar mi pie en el suelo, necesidad que puedo identificar con la claridad del conductor cuyo carro le pide pasar de una marcha a otra.

Esta vez opté por una clínica internacional. Y escuchar el diagnóstico en inglés en China cuesta caro, el precio pareciera subir de forma proporcional a la buena atención. El momento grato del día fue topar con una doctora que hizo parecer la consulta como un café con amigas.

Como estas semanas transcurren en «modo Tortuga», es fácil comenzar a ver la ciudad y a sus habitantes con otros ojos. Así como uno no repara en dedos, también es comprensible no detenerse a pensar en cuán friendly es una ciudad con las deficiencias físicas.

Si en la Beijing contemporánea un extranjero puede que no llame mucho la atención, un extranjero con muletas o una bota plástica que cojea en una acera cualquiera parece tan exótico como tropezar con Lady Gaga en una carnicería a las 10 de la mañana. Las miradas redondas y casi sin parpadear caen sin el menor disímulo. Algunos sonríen y gesticulan como si quisieran darme ánimo y yo apenas pienso que me gustaría tranquilizarles y decirles «no voy a morir, es sólo un dedo».

La perspectiva sobre las personas con alguna deficiencia física ha cambiado desde hace unos 20 años en China, y aunque su gran capital muestra algunas señas de que en la planificación urbanística se está considerando el factor universalmente identificado con un logo azul claro y blanco, en la práctica, Beijing aún está lejos de ser un lugar idílico para personas con problemas físicos.

Algunas ramas laborales fueron copadas en función de las deficiencias, por ejemplo, los hiper famosos «masajistas ciegos». En una cultura que acredita en el masaje una forma médica de tratar problemas, los masajistas ciegos se han hecho con unos cuántos adeptos bajo el lema de que a falta de visión desarrollan el sentido del tacto con mayor agudeza que el humano promedio.

El servicio de transporte que ofrece una especie de moto taxi con cabina para, máximo dos personas, también está copado por personas paralíticas o con problemas para caminar. Existe además un grupo de artistas discapacitados que han presentado su trabajo por más de dos décadas, pero fuera de estos ejemplos es poco común ver a alguien en la calle con menos de 60 años cojeando, usando muletas, andadera, silla de ruedas o con alguna otra complicación física.

De forma contradictoria, buena parte de los locales -dado el caso de interactuar o precisar- sí reaccionan con gestos de ayuda. Siempre habrá exepciones. Ya me cerraron un ascensor en la cara, mientras que otro día pasé media hora viendo taxi tras taxi negados a parar para llevarme, y cuándo uno al fin se detuvo me dijo «te vi hace rato esperando y decidí pasar a ver si seguías en la parada. Algunos choferes no paran porque les da miedo que vayas a reclamar que te lastimaste en sus carros».

Pero curiosamente, fueron extranjeros y no chinos quiénes me dieron la sorpresa. Unos días atrás salía de un hotel de la ciudad e ingresé a la fila para tomar taxi. Pensé que me cederían el paso por no tener donde sentarme y estar con muletas, pero en está línea llena de occidentales civilizados nadie ofreció su puesto, ni siquiera atendiendo las peticiones de los trabajadores del punto que en su inglés precario intentanban convencerles de darme la preferencia.

El tecno-break motivacional

3 Jun

No es la primera vez que los veo. Parece una rutina establecida que durante algún momento del día los trabajadores de peluquerías, panaderías y otros comercios con una cantidad de personal considerable, salen al frente de sus negocios para ejercitarse, entonar palabras de ánimo o, por qué  no, echar un pie (bailar en coloquial venezolano). Desperezarse, mantenerse activos o un acto de energía para contagiar a potenciales clientes, quizás todas las anteriores sea parte de la motivación que en principio es trabajar con alegría.

«Yes Fashion» es el nombre internacional con el cual decidieron bautizar a la peluquería de dos plantas que abrió sus puertas justo al lado de la farmacia que frecuento. En una calle con tránsito afluente y compartiendo esquina con una sucursal bancaria, el negocio promete ser próspero. Comprar medicinas es un trámite que dejo para el turno nocturno, menos carros, menos gente, menos estrés.

Esta semana se me hizo evidente que cada vez que paso por el frente de Yes Fashion los empleados tienen alguna actividad recreativa, así que me quedé unos minutos contemplando sus prédicas eufóricas. Luego de unos aplausos y lo que parecía un cierre, los chicos conectaron un viejo reproductor, asumieron posiciones en un cuadrado imaginario y siguiendo los primeros acordes de la pista abrieron sus brazos y simularon un vuelo pausado. Una pausa de suspenso fue seguida por una explosión tecno simulada por una coreografía frenética.

Mientras grababa el momento, me parecía curioso que siendo nosotros expertos en breaks, algo así no se nos ocurriése antes. Les dejo el primer minuto de la coreografía para quienes quieran iniciar el movimiento en sus oficinas.

Una mañana cualquiera

22 May

Salí de la universidad algunos años atrás, los suficientes como para haber olvidado cuanto odiaba levantarme temprano y correr con la taza de café en la mano porque, para variar, iba tarde. Siempre fui tarde, al liceo, a la facultad, a la graduación y hasta al matrimonio. Sólo se salvó la primera etapa de mi educación por la estricta intervención de mi madre (quien si leyera estas líneas seguro diría «tú siempre impuntual»).

Por qué iba a ser diferente ahora? Lo fue, mi primera semana en la universidad estaba tan impresionada con que fuese un hecho que iba a estudiar con caracteres que salía de casa temprano, o más bien a tiempo, y llegaba justo detrás de la profesora. La segunda semana la cosa mudó un poco, y señores, ahora que faltan cinco semanas para terminar el semestre, estoy 15 minutos atrás en el reloj.

Como todo quien tiene hábitos incorregibles, prometo que mañana intento madrugar. Mañana porque hoy me tomé el café de un sorbo, y comí un sándwich corriendo de un lado a otro en la casa. Todos los días la misma rutina antecede a mi carrera de 50 metros planos hasta la estación de metro.

Ya aprendí a sortear con rápidez la máquina de rayos x que escanea los bolsos. Tarea ardua porque siempre hay una veintena de personas en lo mismo, y fila es un concepto que aún no cala en estas tierras no importa que aquí se vanaglorian de tener 5 mil años de civilización.

Al principio dejaba pasar uno y otro tren porque ni el aire entraba en los vagones. Ahora desarrollé una estrategia, eso o pasar media hora en un andén esperando por algo que no llega. El truco está en ir a la puerta del último vagón, y una vez que se abra, ignorar lo que tus ojos y el sentido común indican: cuando crees que no entraría nada más allí debes tomar impulso, abrazar el bolso y entrar al vagón presionando por tu vida. Como por arte de magia las personas se mueven un centímetro y habrás ganado un puesto. Claro mueres de calor, el olor es imposible de describir y, en resumen, te sentirás como una calcomanía de la puerta. Detalle importante, en la próxima estación debes tener equilibrio y control para que, una vez las puertas se abran, consigas hacerte a un lado y no te lleve la marea de personas.

Todos los días lo mismo. He desarrollado un nivel de pericia tal que en estas circunstancias consigo hacer las tareas que tengo pendientes o leer un libro. Hoy mientras escribía mi set de oraciones en pasivo (tipo «mi perro fue llevado por mi a caminar») desvié mi vista hacia un hombro vecino. Era una chica que estaba en mis mismas circunstancias, haciendo tareas de última hora, sólo que al parecer ella estudiaba inglés. Cuando eché un indiscreto vistazo a su set de oraciones palidecí. Mientras yo completaba «esta ropa fue lavada por mi», ella repasaba su «El Gobierno garantiza nuestros derechos civiles».

Sé decir y escribir perro, tomate, carne, Beijing, Venezuela (es bien difícil ésta) y hasta fútbol, pero Gobierno y derechos civiles no están en mi vocabulario. Antes de desmoralizarme por completo, traté de consolarme pensando que -aplicando criterios prácticos- en la China contemporánea me es más útil saber decir «tomate» que «Gobierno», y «carne que «derechos civiles».

Cold Inc.

22 Ene

No desmayen que este post no va de pregonar que el invierno es una invención del imperialismo para obligarnos a consumir e impulsar, aún más, el capitalismo perverso y malvado que atenta contra la máxima felicidad posible. Como es bien sabido que lo escrito permanece, esta entrada no tiene más pretensiones que dejar registro virtual de cómo vive su primer invierno una maracucha (dícese de persona natural de Maracaibo. Ciudad occidental de Venezuela famosa por su calidez: el termómetro difícilmente baja de 30°).

Criada bajo un sol que tuesta desde que se levanta hasta que se pone, cualquier exposición debajo de los 15° implicaba frío, pero seamos francos que, con la excepción andina, en las urbes de Venezuela valores inferiores sólo se logran gracias a los aires acondicionados. Otra de las ventajas de nuestro mundo tropical es la casi invariabilidad de la temperatura durante todo el año. Apenas chequeamos el pronóstico del tiempo en función de saber si lloverá mañana o no.

En contrapartida, al otro lado del planeta la medición meteorológica se ha vuelto mi obsesión. Desde que el otoño despuntó y el marcador comenzó a descender no paro de mirar los números caer. Dos meses atrás llegue a decir, sin ironías por medio, que 4° era una óptima temperatura, sí, todo es cuestión de perspectiva. En este momento el apuntador virtual señala que afuera la cosa está a -3, con sensibilidad térmica de -9. Si me he vuelto histérica con la predicción, hay un elemento de ella que me obsesiona aún más por estos días. La humedad. Quién piensa a diario sobre cómo está la humedad en la ciudad? Yo! Y es que ahora vivo a 150 kilómetros del Desierto de Gobi. Mientras aquí la humedad está marcando ya mismo un pálido 19%, en Caracas va de 80%. Conclusión: me estoy secando cual vampiro viendo la luz solar.

Así las cosas, la cotidianidad se va llenando de cosas y rutinas impensables en nuestra costa caribeña. A la crema corporal se suman mililitros diarios y continuos de lociones para pies, cabello, cara y manos. Paseo por la casa con la calefacción encendida a mil y abrazada a una botella de agua y a las emisiones vaporosas de los humidificadores recientemente adquiridos. Se ha vuelto parte indispensable de la labor hogareña revisar que contengan agua estos aparatejos, cuya existencia desconocía por completo hasta unos meses atrás. Menos sabía sobre aerosoles para eliminar la electricidad estática de la ropa, pero están en mi lista de compras urgentes e inmediatas, porque estoy harta de las chispas que ocasionan mis abrigos.

Salir implica un acto de paciencia que empieza con las medias, continúa con los calentadores para las piernas y para el torso y sólo termina siete piezas después, a saber, pantalones, sweter, abrigo, guantes, bufanda, gorro y botas. Quién me conozca debe delirar de la risa pensando en mi con toda esa ropa encima, pero aviso que pese a las capas, muero de frío. La peor parte del asunto para esta neófita de los temas gélidos es que uno se viste para la calle, no para los interiores. Resultado? lejos de dar megas caminatas, no pasan más de cinco minutos para abordar un taxi, el metro o un centro comercial, todos con calefacción. Allí empieza el estriptís: se va el gorro y los guantes y la bufanda. El abrigo se abre generosamente, pero de nada sirve que abajo queda mucha lana más, y uno pasa de morirse de frío a morirse de calor. El fenómeno inverso de la cotidianidad marabina, que implica lanzarse encima todos los trapos cada vez que se entra a una oficina, casa o centro comercial. No en vano a sus 40°, Maracaibo ostenta una pista de hielo para patinar.

Las vitrinas de las tiendas solamente exhíben looks invernales y ofertan tratamientos corporales para combatir los «estragos» de la sequía pekinesa. Pese a los bajos en el termómetro, adornos rojos por doquier anuncian vientos de cambio: ya toda la ciudad está ataviada con las decoraciones de «la fiesta de la primavera», nombre que distingue la festividad más importante del año en China, el año nuevo que en esta ocasión comienza el 3 de febrero, y que anticipa el cambio de estación.

El pronóstico del tiempo está anunciando posibilidades de ver copos de nieve caer el jueves de la semana próxima en Pekín. Sería la primera nevada de este invierno en la ciudad. Y para quiénes odien la idea de agregar hielo a las rutinas heladas, confieso que muero por ver un poco de blanco decorando las ramas secas de los árboles. The Weather Channel me advierte que apenas hay 40% de probabilidad, siendo poco, es considerablemente más que el 0% de precipitaciones diarios. Todo es cuestión de perspectiva.

Tras la puerta del baño

21 Dic

 

La puerta de baño más extravagante que hasta el momento vi. Es la atracción de un restaurante de sushi en el distrito Chaoyang de Pekín. Se abre colocando la mano en la caja de junto, y por dentro se abre pisando un pedal en el piso

Pese al sofisticado sistema, el baño no encierra mayores secretos...

Este hotel en la sureña provincia de Guangxi ofrecía, no sólo Internet en sus habitaciones, sino también una computadora pantalla plana en cada cuarto, sin embargo, lo que gastaron en este mobiliario lo ahorraron en el baño. La tubería que sube al lado del lavamanos es la ducha, cuya agua cae directamente sobre la letrina allí presente

En este otro ejemplar de baño de otro hotel en la misma región de Guangxi, además de ofrecer un combo de cepillo dental, crema, jabón y afeitadoras por la módica suma de 10 mil bolívares (al cambio), también ofrecían condones en todas sus variantes, vibradores y hasta ropa interior desechable

En las entrañas de un dumpling

6 Dic

De tanto entusiasmarme con los cambios gastronómicos, decidí quitarme el traje de comensal y ponerme el delantal, es decir, tomé mi primera clase de cocina china.

La variedad culinaria en este país no es algo que pueda tomarse a la ligera. De norte a sur, con la incidencia de los climas y las geografías, la gama de platos, de técnicas y de alimentos es amplia en el sentido estricto de la palabra.

Así que sin mayores ambiciones que las de no depender del restaurante para almorzar dumplings, me dispuse a tratar de entender de qué va esto de la preparación del tradicional manjar.

Un dumpling no es más que una especie de pastelito relleno. La masa y lo que se coloca dentro varía de país en país, así nuestras empanadas de harina de maíz pueden considerarse parte de las variantes universales del platillo. Aquí, en la China, la preparación y cocción varía dependiendo de la zona y, por supuesto, del cocinero. Pero, peculiaridades aparte, uno de los puntos en común es que la preparación reúne a la familia en pleno. Tal como en la tradición de nuestras hallacas, en China todo mundo tiene un rol en la elaboración de estos pastelillos.

Ya sé que éste no es un blog de cocina, pero sí para echar cuentos chinos, así que vale contar cómo estuvo la cosa. The Hutong es un centro cultural que ofrece talleres de cocina asiática, entre otras actividades. Rinde tributo a su nombre, pues está ubicado justo en un hutong – callejuela que simboliza el antiguo Pekín, estrecha, con viviendas cuyas habitaciones confluyen en amplios patios centrales, y la mayoría con baños públicos. El Gobierno las ha ido echando por tierra para levantar la nueva capital, esa de rascacielos y centros comerciales.

Cómo sea, recorrer ocho estaciones de metro en la hora pico (entiéndase mucha, pero mucha gente) y caminar por la estrechez del hutong, a cuatro grados de temperatura, en el agreste otoño pequinés, es una excelente previa para adentrarse en las entrañas de este bocadillo.

El vivo retrato de mi primer dumpling. Al lado está la mezcla de su relleno, completamente vegetariano, pero los siguientes terminaron saturados de puerco y langostinos

El asunto no envuelve un misterio ancestral, y preparar una veintena de dumplings -incluso siendo principiante- no tomará más de dos horas. La masa sólo requiere de harina de trigo con agua o jugo de espinaca o zanahoria -en caso de querer darle toques de color- y suficiente mano. El relleno es asunto personal, pero la sugerencia de mezclas ronda por cordero con zanahoria, carne de res con hongos o puerco con espinaca. Todo aderezado con aceite cocinado, pimienta, cebollín, ajo porro y gengibre.

Los primerizos luego de la cocción. Los verdes y naranjas deben su color al jugo de espinacas y de zanahoria, respectivamente

Una vez rellenadas las telitas de harina, se cierran manualmente y viene la hora de echarlos al caldero. Cocinados, al vapor o sofreídos, no demoran más de quince minutos al fuego, y al igual que sus hermanos italianos, los raviolis y los tortellonis, pueden congelarse crudos para futuras ocasiones. Para quiénes estén con ganas de un snack, aquí les dejo la receta como aperitivo en tanto aprendo, y transmito, el truco de los noodles hand made.

Crazy bad, o más allá del índice!

19 Nov

La vista desde mi balcón hoy a las 10 de la mañana. Más allá del índice, es decir, crazy bad!

Repito la panorámica de un día irrespirable, de emergencia, hasta ayer insuperable en la escala de calidad del aire de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos

El deber ser, que raramente es...

Y sí, monotemática pueden llamarme, pero la ciudad se mantiene por estos días monocromática, gris, y en nivel grana. Mas, como ya dije, que se trate de un color no limita la paleta de tonalidades.

Justo ayer escribía en el último post que el Índice de Calidad del Aire (AQI por sus siglas en inglés) de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) establece seis categorías que van del 0 (bueno o verde) hasta el 500 (peligroso o grana) para explicar lo que respiramos a diario en función de la cantidad de partículas contaminantes existentes en la atmósfera.

También comentaba que el promedio de Pekín -a partir de dicha escala- extraña vez baja del 201 que en castellano significa «muy insalubre». Agregaba que el marcador del servicio BeijingAir no ha superado el 500 en los últimos días porque no existe nada más allá del nivel grana (dícese del estadio «peligroso»). Fiel creyente de que la sabiduría popular no se equivoca y así, una imagen vale más que mil palabras, acompañé mi lamento climático con la deprimente panorámica que desayuné ayer.

Pero sorpresas te da la vida, y esta madrugada el gris se superó a si mismo regalándonos un amanecer tan denso y tupido que a las 10 de la mañana el sol estaba mas no era, así como el horizonte. La variación del gris no sólo me tomó por sorpresa sólo a mí, la Embajada de Estados Unidos en Pekín tuvo que valerse de la improvisación para darle nombre a ese vaho a través de la cuenta de twitter BeijingAir en la cual publican hora a hora su evaluación del aire de esta capital atendiendo a los estándares del AQI. Siendo «peligroso» el último estadio del ranking, el despacho oficial comenzó a etiquetar sus tweets bajo el adjetivo «crazy bad».

Menos científico, pero bastante gráfico, el «locamente mal» fue posteriormente editado y sustituido por otra categoría improvisada, sólo que menos visceral: «Más allá del índice». Según una nota de la Associated Press, la Embajada modificó la etiqueta por considerarla una forma «incorrecta» de calificar el aire cuando sobrepasa los niveles codificados de contaminación.

Según el cable de la agencia de noticias, el incremento de la contaminación por estos días podría explicarse entre los más de mil 200 carros que a diario se estrenan en esta urbe, y debido a que, con el invierno en ciernes, las villas y fábricas en las afueras de la ciudad comenzaron la quema de carbón.

Sin viento o lluvia en los pronósticos metereológicos que arrastren consigo esta neblina, concluimos esta semana en Pekín respirando un aire locamente mal, es decir, contaminado más allá del índice, para no ser políticamente incorrectos.

Cerrado por derribo

18 Nov

Ésta fue la primera imagen que vi el 24 de octubre. Pensaran que está anocheciendo, pero eran las 8:30 de la mañana de aquél domingo. Día cancelado!

La visual de mi horizonte hoy a las 10 de la mañana. Ésta es la gráfica de uno de esos días que, según el AQI, respirar es "peligroso"

La misma panorámica pero durante una mañana de esos escasos días de nivel "verde". Como pueden ver, al fondo hay una línea de edificios que en las dos imágenes anteriores es imposible de apreciar (al igual que el cielo) por la neblina

Cuando decidí que brincaba los charcos entre mi país y China sólo sabía que éste era un lugar inmenso, antiguo y gris. Ya saben, la ignorancia es atrevida y anda a galope, para qué negarlo. Pero si lo ven con lupa, mi sabiduría pecaba en exceso de básica, mucho, mas no de desacertada. La cosa es que los tres adjetivos palidecían frente a la realidad, no alcanzan para describir la inmensidad, la antigüedad, ni la magnitud del gris que se apodera de la cotidianidad.

Podría decir que «la mayoría del tiempo» el cielo, el sol, la luna y hasta las estrellas están secuestrado por ese vaho incesante, sin embargo sabrán entender que mi cálculo es al ojo por ciento, desconozco la cantidad de días que transcurren en estas latitudes sin azul por techo.

Nací en la tierra del sol amado (o amada?), durante años me despertó una masa incandescente enorme, redonda, que estaba en el horizonte poco antes de las 7 de la mañana. Con este antecedente no es ilógico comprender la depresión que produce asomarse por la ventana a primera hora de la mañana para ver sólo neblina. Gris en la mañana, gris en la tarde, gris en la noche, es que hasta la oscuridad de la noche se ve empañada por el gris que sin darse cuenta se va haciendo rutinario, continuo, parte de la vida.

Pero no es la niebla que alguna vez nos asalta en algún paraje helado, no es la panorámica borrosa y nublada que producen los días de lluvia, y aquí viene lo que magnifica esa tonalidad grisácea, es contaminación. Es una masa de partículas contaminantes que de cerca parecieran densas y estáticas, en tanto que de lejos, la pesadilla que Stephen King narró en The Mist.

Me dirán que estoy descubriendo el agua tibia, pero cuando se pasa de la generalización sobre la consabida contaminación ambiental en estos lares, a puntualizar el nivel de polución que tragan nuestros pulmones aquí a diario, lo primero a decir es que «necesito aire, pero de verdad».

Los gringos, que todo lo saben y si no lo inventan, divulgan a través de la cuenta de twitter BeijingAir, hora a hora, la calidad del aire que se respira en esta ciudad. El Índice de Calidad del Aire (AQI por sus siglas en inglés) de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA -no la ferretería- por sus siglas en inglés) establece seis categorías que van desde «bueno» hasta «peligroso» de respirar por sus consecuencias negativas a la salud.

La clasificación se hace atendiendo a un cálculo de las partículas contaminantes de menos de 2.5 milímetros de diámetro presentes en la atmósfera. Según los entendidos -estos panas que les menciono-, estas partículas son producto de los motores, quemas, procesos industriales y pare usted de contar, y son tan finas que se terminan colando en nuestros pulmones con claras intenciones desestabilizadoras -diría el Psuv.

El mecanismo explica -con tizas de colores, literalmente- la extensa gama tonal que puede alcanzar ese gris que veo en mi ventana. El AQI sostiene que de 0 a 50 el aire se considera «bueno» y está en el nivel verde. De 51 a 100 la cosa pinta para amarillo y se califica como «moderado», lo que significa que sigue siendo aceptable, pero «los agentes contaminantes podrían afectar a un número pequeño de personas». De 101 a 150, el tablero se torna naranja, y el aire se vuelve «insalubre para grupos sensibles» como niños o personas con enfermedades pulmonares. De 151 a 200 pasamos a rojo y el estadio «insalubre» a secas, o sea, la cosa va mal pa’ todo el mundo. De 201 a 300, el rojo muta a púrpura y a «muy insalubre», entiéndase que corresponde una alerta de salud porque los ciudadanos «pueden experimentar efectos de salud más graves». Pero hay más. Entre 300 y 500 estamos frente al color grana, al nivel «peligroso» y a una advertencia de condiciones de emergencia.

Mientras les escribo, el marcador sentencia que estamos en un grana tal como el de la sangre de los toros, entre 476 y 484. Mejor promedio que el de ayer que no salió de 500 porque no había un 501. Cierto que hay días de nivel verde, pero la media de esta gris capital oscila entre el rojo, el púrpura y el grana.

Desde que comenzó el otoño, hace poco más de un mes, los días han transcurrido más despejados. Durante varios días ha sido posible disfrutar de un azul brillante matizado por el sol que se planta después de las siete de la mañana. Pero la alerta grana ha vuelto a imponerse, recordando que pese a cualquier espejismo de claridad, la mayor de las veces el cielo pequinés está, como diría Sabina, cerrado por derribo.

Gimnasio express

16 Nov

Los venezolanos son mundialmente famosos por su obsesión con la belleza. De hecho, podríamos afirmar que ya estamos en un estadio avanzado sobre el tema. La gente comenzó a saltarse el gimnasio y las dietas para tomar, con ansiedad enfermiza, el atajo al físico soñado: la cirugía.

Aquí el fenómeno podría estar comenzando. En revistas, las estaciones de metro y hasta en los taxis es común ver anuncios de rubias voluptuosas y de locales en atuendos atrevidos que invitan al bisturí para lograr curvas o «acomodar» los estragos del embarazo.

Mas, sin tener un posgrado en la materia, creo que aún no padecen la fiebre del silicón. Al ojo por ciento, pienso que están comenzando a ampliar sobre tendencias de moda, maquillaje y físico. La mayor parte del tiempo no celebro casi nada de lo que veo en las calles, pero aplaudo que no exista un perfecto dress code, y que la gente sienta libertad de echarse encima cuanto trapo cree divino.

El maquillaje resulta escaso, y la tendencia es a blanquear la piel. Imposible encontrar un bronceador o una crema con tonos dorados para la piel, las top seller son aquellas que sirven para clarificar aún más la ya bastante blanca tez de los asiáticos.

En cuanto al físico, abundan spas, casas de masajes y gimnasios. Los primeros prometen cambios drásticos en las medidas con anuncios poco certeros. Los segundos van desde prostíbulos disfrazados hasta verdaderos palacios del relax, pasando por la gama de los masajes «hechos por ciegos», dice la teoría que el masajista al no poder ver, desarrolla otros sentidos con mayor intensidad, en este caso se trata del sentido del tacto. Que si probé? que si puedo dar una opinión desde la práctica? no, me sigue resultando una promoción tan bizarra como el bar de Filipinas que se llamaba «La Casa de los Hobbits» y empleaba sólo a enanos para meseros. De los terceros va este post, de los gimnasios y sus asistentes.

Nunca fui a un gimnasio en Venezuela, bien sea por falta de tiempo o por creer que es imposible concentrarse en las rutinas con cincuenta pares de ojos escrutando desde la ropa hasta el porcentaje de grasa corporal en cada cuerpo. Creo que el gimnasio venezolano es para misses y misters, para quienes ya tienen todo hecho y van a lucirlo en tensas licras, no para quienes queremos cambiar gelatina por algo de músculo. Puedo estar equivocada, es sólo una apreciación carente de observación.

Entonces hablemos de lo observado. El gimnasio en Pekín. Rápido concluí que mi parte favorita es que, pese a que todo en este país es a grandes proporciones, el gimnasio siempre está casi vacío, o es muy grande o siempre voy en horario de oficina. Aunque las mujeres (de todas las edades) me dispensan miradas curiosas, no puedo sentenciar que sean minuciosos exámenes, más bien lo adjudico a lo peculiar que puede resultar mi estampa latina promedio (anchas caderas atrapadas en un envase de 1,59 de alto) al lado de estas delgadísimas figuras, que siguen flacas no importa cuanta harina coman.

Clases de pilates, baile, hip-hop, pesas, abdominales, muslos y traseros, de todo para endurecer cualquier parte del cuerpo. Animada por una vecina, intenté poner a prueba mi resistencia con una de tonificación general. Obvio que el resultado fue tres días de dolor en cada parte de mi ser, sobre todo porque a cada cambio de rutina, obedecí ciegamente a la instructora que me incitaba a aumentar el peso de la barra que no paré de levantar durante toda la hora de ejercicio. Podría asombrar que en una primera clase sean tan extremos, hasta que miras al lado y ves a una de las chicas cargando diez kilos en repeticiones de bíceps con una inmensa sonrisa en la cara.

Para recuperarme decidí continuar con las máquinas, ya saben, caminadoras, bicicletas y demás artilugios controlables sin instrucciones externas. Durante mi media hora de caminata diaria observo, además de comerciales de Tag Heuer, a ansiosos asistentes que lucen convencidos de que con unos minutos de lo que sea despertarán siendo Beyoncé o Edward Norton (en American History X), y entonces entiendo porque una chica alza diez kilos de peso para moldear sus bíceps. Los panas se suben a la caminadora, le meten la máxima velocidad, andan tres minutos y corren a la siguiente máquina, en la que van a repetir el procedimiento.

Ya vi a señores matarse tres segundos en los artefactos para hacer abdominales o correr durante dos minutos, al punto de trastabillar, en las caminadoras.  Claro que hay excepciones, sin embargo, la mayoría dedica más minutos a bañarse, secarse el cabello y cambiarse de atuendo, que al ejercicio. Sin contar que es casi imposible verlos alejados del celular o evitando la conversa con el vecino. Incluso escuché de gente que ejercita unos minutos en traje para no perder tiempo antes de ir al trabajo.

Y mientras voy, cual Rocky, repitiéndome «no duele, no duele, carajo que sí duele», continúo convenciéndome de que en la China contemporánea  el reloj corre a mayor prisa y la paciencia pareciera ser extirpada al nacer. Todo es rápido, todo es intenso, todo es express. Desde esta perspectiva, creo que no tardan mucho más en descubrir lo que a los venezolanos les (porque me excluyo de ésta) costó años: para qué trotar cuando puedes cortar y poner y quitar?, el bisturí es la panacea.

Estoy casado y lo lamento

13 Nov

 

Las pantallas sensibles están en la mayoría de los taxis rotulados

Una de las cosas verdaderamente económicas de Beijing son los taxis. Por lo menos los que utilizan taxímetro. Para quiénes no disponemos de carro, resulta de gran ayuda saber que andar en taxi no es un lujo que acabará con la quincena. La parte negativa es que con el tráfico de esta capital, donde cada día se estrenan en la calle miles de carros nuevos, uno puede quedar atrapado en las colas el doble o triple del tiempo esperado. No es novedad viniendo de Caracas… seeeeh…

Pero si se optó por un taxi, encontrará que ya hay quiénes pensaron en como amenizar esos momentos de quietud involuntaria y desesperante que el pasajero vive en el asfalto. Es por eso que la mayoría de los taxis cuenta con un ejemplar de Beijing Walk (revista totalmente en chino y con muchas fotos de teléfonos ultra modernos y de chiquillas más flacas que un lápiz tratando de mostrar su lado sexy sobre un carro último modelo), así como con una pantalla sensible detrás del asiento del copiloto para disfrutar de propaganda, enterarse de eventos y, por qué no, hacer una encuesta.

Y ya que la cola no avanza, pues responder preguntas bizarras puede resultar entretenido. Así es como un día me vi reflexionando sobre por qué la primera opción a la pregunta «Está casado (a)?» era «Sí y lo lamento». También encontré otras interrogantes cómo «Por qué se casó?», que extendían probables respuestas como «Para mantener a mi novia feliz» o «Todos mis amigos se casaron».

Imagen de la encuesta. El que ven en la parte superior del recuadro es el pulpo Paul, el del mundial. Antes las figuras de las encuestas eran un panda y un gorila, luego del mundial colocaron a Paul

Luego de la muerte del pulpo, mantienen la figura pero modificaron los diálogos para desear al molusco "un descanso eterno"

Recordé entonces un reportaje sobre el matrimonio en China, que, palabras más, palabras menos, explicaba cómo desde que los locales tienen mayor libertad para decidir sobre su vida emocional, ponen más cortapisas y condiciones sobre la elección, siendo el dinero o la posición económica la principal, por supuesto. En aquél trabajo, un psicólogo explicaba que el fenómeno de la juventud china que lo quiere todo y lo quiere ya, se ha extrapolado a su vida amorosa, así comienzan a romancear con alguien y se casan inmediatamente.

Siendo tan jóvenes, lógicamente comienzan algunos problemas, y para qué esperar, ahora existe el divorcio, es más fácil separarse que tratar de desarrollar paciencia y madurez para convivir. De esta forma el entrevistado explicaba el repentino incremento de divorcios en el país.

Pero volviendo a las encuestas para matar el tiempo atascado en el tráfico, otro día tomé una sobre qué hacer en caso de ganar 10 millones de RMB (poco menos de 10 millones de bolívares fuertes). Entre respuestas cómo comprar cosas lujosas, viajar o iniciar un hotel en Shangri-La, también figuraban, «casarse» o «divorciarse». Supongo que el que se casó por «factores económicos», tomaría esta última…

Qué harían si ganarán semejante premio? Están entre divorciarse o casarse?