Es un debate que cada dos o tres meses vuelve a los diarios, casi como si fuera una noticia en pena. Perro: comer o pasear. El diario local Global Times publicó unos días atrás un reportaje a página completa sobre el dilema registrado en una comunidad donde uno de los residentes levantó una denuncia, no cuestionando la venta de carne de perro, sino que la valla publicitaria del restaurante empleara la imagen de un Golden Retriever para promocionar su plato de estación.
Casi como siempre suele ocurrir en estos casos debido a las particulares y voluptuosas características de la www china, algunos minutos y kilobytes después, el asunto viró polémica.
El dueño del local no titubeó en argumentar que la carne con la que su personal prepara el hotpot canino no es de Golden Retriever alguno, sino de perros callejeros criados en granjas en el interior. El anuncio? añadió que fue diseñado por un equipo publicitario de forma autónoma.
Los locales consideran la carne de perro como un plato de particular valía en invierno porque – según los entendidos – contribuye al calentamiento corporal y a la ingesta de energía. El restaurante atacado oferta el plato sólo en las noches por un costo que ronda entre los 9 y 10 dólares el servicio.
El reportaje apunta que el dueño -quien aceptó modificar la publicidad «ofensiva»- no siente que sus ventas vayan a disminuir por la crítica, y en efecto contrario, uno de los comensales contó haber ido luego de ver el anuncio.
Innegable que, para quiénes pasamos de la carne de perro, la foto de un alegre y bonachón Golden Retriever puede resultar chocante en un restaurante, pero visto desde este punto de vista hasta parece un mero dilema publicitario. Un cómo vender el producto, en palabras simples.
Si echamos un ojo repararemos que la imagen caricaturizada en muchos de los empaques de pollo en mi país distan mucho de la verdadera cara que tienen los ejemplares en las granjas de cría, ni hablar de las vacas sonrientes que promocionan marcas de lácteos o de los peces que muestran risas entusiastas en las puertas de las pescaderías. Pero no hay protestas de ofendidos, y cómo haber, si son sólo garabatos sin vida.
En China aún se come carne de perro, pero nadie come a un «Bobby», «White» o «Lady», por qué? tienen nombre, no son más «perro», a secas. Y nadie quiere ver la cara de su «White» o «Lady» en un menú. Si no me creen, hagan la prueba, compren una vaca, conejo, pollo, trucha -dependiendo de sus posibilidades- y hagan el bautizo. Con el nombre se gana, automáticamente, la condición de mascota, y se pierde la de potencial filete.
gracias.ha sido el comentario en la oficina.
🙂
Hace muchos años en casa de mi mamá teníamos pollos y al principio no nos dejaban ponerle nombre. Una de las gallinas tuvo tres pollitos con los que nos encariñamos desde el principio y claro los bautizamos a los tres… Por supuesto a medida que engordaron fueron desapareciendo «misteriosamente» sólo hasta hace poco mi mama nos confeso que en un almuerzo nos comimos a Alejandro y a los otros dos cuyos nombres no recuerdo. Pensar que me comí a mi mascota aún hoy me produce repulsión. Como siempre gracias por tu post!
Ecita!!! gracias a ti por leer!!