La preparación nipona

21 Mar

Calle de una de las villas pesqueras afectadas por el tsunami. A dos días de la tragedia, sólo se veían lotes de basura arrumados por los vecinos en las esquinas. He visto más escombros luego de una concentración en la avenida Bolívar de Caracas

«Estimated Tsunami Inundation Area» se lee en letras azules sobre fondo blanco. Escrita en inglés y en japonés, la advertencia adjunta un símbolo de ola y debajo un escueto «End» que apunta el final del área de inundación en caso de tsunamis. La señal resta sobre los escombros de lo que 10 días atrás fuera la localidad costera de Minami-Sanriku, en la prefectura de Miyagi, al noreste de Japón. La gráfica es parte del trabajo que expone hoy el Japan Times y que narra la experiencia de uno de los tantos fotógrafos que se lanzaron al norte de la isla para retratar las dimensiones de las tragedias que continúan azotando a la nación.

Minami-Sanriku quizás sea un nombre difícil de recordar, pero la joven comunidad ha sido uno de los focos de atención de los últimos días desde que más de la mitad de sus casi 18 mil pobladores desaparecieran durante el embate de las olas. Los muros de contención no resistieron la bestial arremetida que hemos sintonizado, casi en loop, en YouTube, y el resto es, literalmente, historia. Es sitio emblemático porque es, quizás, uno de los pocos que dimensiona la catástrofe. Y es que la isla no la tuvo fácil, un terremoto de 9 grados (que para que nos diga algo el número basta que nos expliquen que sólo se han registrado cuatro más fuertes), seguido de un tsunami con olas de diez metros y rematado con un accidente nuclear que muchos no dudaron de asemejar con el comienzo del fin.

Pese a todo, las imágenes del día después no llegan ni de cerca a la crueldad de otras tragedias de menor calibre. No hay que estar en Tokio para saber que los edificios continúan temblando todas las noches desde el 11 de marzo, YouTube y sus millones de contribuyentes no asalariados nos obsequian con tomas impresionantes de un país desarrollado en tecnología antisísmica: inmensas torres bailando que no caen. Advertencias en tiempo real vía mensajes de texto sobre réplicas por venir y un aceitado sistema de alarmas que operó previo al tsunami dan cuenta, sólo un poco, del talante de la preparación nipona.

Hace un par de años, una tarde de sábado en casa, veía televisión cuando todo comenzó a mover. Vivía en una de las zonas sísmicas de Caracas e hice lo que mi impulso me dio, salí al frente de casa. No pasó nada, excepto una lluvia de esas de proporciones bíblicas, que -como es de esperarse- colapsó a la carente capital venezolana. Entrevistas, cursos y volantes se repartieron en medio de la neurosis que ya anticipaba un gran terremoto que acabaría con el país. Siendo periodista, confieso que nunca preparé mi bolso de emergencia para dejar junto a la puerta y salir en caso del tembleque. Con mi bagaje cultural venezolanísimo hasta redunda explicar que no conjugo a menudo la prevención.

En Japón, centenas de personas están continuando hoy sus vidas a sólo 10 días de los sacudones gracias exactamente a eso, a su bagaje cultural. Echando un vistazo a cualquier portal es posible notar un concierto de voces en torno a la increíble disciplina de Japón. En algunas villas costeras, los pobladores -muchos de ellos ancianos- mantuvieron la calma ante las alarmas y, pertrechándose de sus kits de emergencia, se dirigieron a los centros de evacuación previamente definidos. La infraestructura soportó el fuerte movimiento y algunas incluso sobrevivieron a las olas que estuvieron más allá de cualquier previsión posible. El accidente nuclear que también sorprendió arrastró a miles de ciudadanos fuera de sus hogares, y de la noche a la mañana voluntarios tuvieron que improvisar albergues y restituir líneas de distribución para abastecimiento de bienes y alimentos. Además se ha hecho necesario la medición periódica de personas, recursos naturales, alimentos y aire para controlar la emisión de radiación, producto de los daños en los reactores de la hiper televisada Fukushima I.

La histeria no se ha hecho dueña y señora de los que perdieron familia y hogares, ni de los que viven la incertidumbre del ‘y ahora qué?’. Por el contrario se ha apoderado de otras naciones como Corea que esta semana fletó varios vuelos charter para sacar a sus ciudadanos, o incluso, aquí en la China, donde la sal desapareció de los anaqueles debido al temor que tienen los chinos de comprar sal procesada del mar contaminado por la fuga de Fukushima I, y sobran escenas de locales desbordando contadores de mercados en aras de hacerse con la comida pre era de radioactividad. Como si estar expuesto al «crazy bad» aire de Pekín no fuera lo suficientemente tóxico. En todo caso, no son los únicos apoderados por la neurosis. Alemania trasladó su embajada desde Toquio a Osaka, al sur de Japón, donde se han residenciado buena parte de quiénes temen ser abrazados por una onda radioactiva. El miedo es libre, tanto como la nube de radiación.

Mientras el mundo contempla la escena aún imposible de dimensionar, en Japón, la prevención, organización y preparación siguen dando cátedra. Sucesos de semejante dimensión habrían destazado a un país como Venezuela que por organización sólo entiende la planificación -con precisión cirujana, eso sí- de los feriados anuales.

2 respuestas hasta “La preparación nipona”

  1. Blanca marzo 24, 2011 a 11:24 AM #

    amiga, estuve de vacaciones….ya regresé: relajada y feliz!!!! me hizo falta tu blog!!! pero aqui estoy de nuevo y prometo ponerme al día!!! Un beso

    • Paula Ramón marzo 28, 2011 a 5:49 PM #

      Blanquita!! gracias!! yo tuve algunos problemas para postear pero bueno, aquí de nuevo… besos!!!!

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