Salsa Caribe

28 Mar

«El Maní es Así» es la respuesta a una interrogante coloquial que no pocas veces usamos, pero también es el rótulo que, sin mayores pretensiones, cuelga de ese bar de Caracas que en unas dos décadas se ha ganado el epíteto de «templo de la salsa». «El Maní» (la noche caraqueña lo ha dejado en corto) no defrauda. No importa la hora o el día de la semana, hay salsa sonando, muchas veces en vivo, y hasta improvisando.

Ciertamente un recoveco de culto como «El Maní» no se consigue o fabrica en cualquier sitio, menos en una ciudad como Pekín, donde los cambios van tan rápido que las almas ni siquiera tienen tiempo de apoderarse de un lugar. Sin embargo, la noche en esta capital crece y es cosmopolita, cada día más. Quizás por esta versatilidad uno termina sintiendo que no muchos bares tienen una personalidad arraigada e imposible de conseguir en otras coordinadas. Puede ser que esta necesidad de cubrir todos los targets deviene en la confección de un único perfil: el perfil extranjero, una vara que iguala a todas las nacionalidades, de la misma forma en que nosotros andamos por la vida diciendo que chino, japonés y coreano «son la misma paja» (así, con incongruencia gramatical incluida).

Sin este intento de análisis antropológico en la cabeza fui al -creo que- más famoso bar de salsa de la ciudad, «Salsa Caribe». Con semejante nombre lo menos que se espera es ser recibido por Richie Ray y Bobby Cruz, pero para mi pesar el comienzo de mi velada fue a ritmo de bachata. Los primeros veinte minutos no tenían nada de salsa pero sí de Caribe así que, juzgando que todavía no marcaban las 10 de la noche, podía pensarse que se trataba de la fase de calentamiento.

El local es de proporciones faraónicas. La pista, al centro, está inmediatamente rodeada por mesas que sólo son asequibles a quienes compran una botella como consumo mínimo. El segundo anillo de mesas es todo usuario, mientras que el tercero está cubierto por enormes sofás blancos. La barra, pequeña en proporción, permite una visión panorámica del sitio que alcanza su mayor apogeo a media noche. El DJ ocupa un encumbrado pedestal frente a la pista, y junto al espacio destinado para los grupos en vivo que son ocasionales, de acuerdo a la programación. En días de semana ofrecen clases de baile por un costo de, al cambio, 500 bolívares fuertes por mes.

Empieza a sonar «Castellano» con Oscar D’León, seguido por «Como abeja al panal» de Juan Luis Guerra, luego otra bachata. La distribución musical proseguiría un rato bajo esa proporción, una salsa, un merengue y una bachata. Los chinos aprendieron a mover las caderas y devoran la pista dando vuelta y vuelta sin parar. Unos con más gracia que otros, pero todos bajo coreografía remarcablemente aprendida. Mayoría etaria por debajo de los 30, pero sin perjuicio de parejas mayores que también echan un pie. Rápidamente encuentro un punto en común registrado en mis salidas caraqueñas: a falta de parejos, las mujeres bailan solas. Sin embargo, no son las únicas. Mi vecino de mesa es un chico que disfruta su noche en solo. No se sienta un segundo, se mueve tan frenéticamente como Jennifer Beals en aquél clásico ochentoso «Flashdance». De hecho pareciera que va al ritmo de Laura Branigan, y no de la percusión caribeña, pero él sonríe y sonríe, así que supongo que esos detalles menores poco o nada le importan.

Una chica, con medias a la rodilla y falda en corte A se lanza a sacarlo de su paroxismo. Lo convida a bailar y él asiente. Aunque ella quiere ir de manos tomadas siguiendo el 1, 2, 1, 2, el chico es un espíritu libre y no demora mucho en imponer el free style. Ella parece encontrarlo divertido y no vacila en seguir el paso.

Llega el primer extranjero. Un hombre pasando los 50 acompañado por dos locales que lucen como asistentes en actividades extracurriculares: aupar al jefe en noche de copas y conquistas. Piden una botella de ron blanco, y el hombre se dirige a su primer turno: aplaudido por su incondicional par saca a bailar a una chica que rondará los 25. Vestido rojo ceñido, tacos altos y cabello suelto, la moza responde más con cortesía que con halago. Mano todo el tiempo en el hombro del parejo, cual niño marcando distancia en la fila del colegio, desarticula cualquier intento del aspirante a sexagenario que dispara estrategias para apretujarla «pechito con pechito».

Retorna a la mesa reafirmando su testosterona mientras sus secuaces aplauden el fin de la pieza y alzan los vasos para brindar por su ¿exitoso? acercamiento. Aunque la salsa no protagoniza la noche, la repartición caribeña es prolijamente igualitaria. Llega una pareja de extranjeros que, pedido el primer trago, van a por la pista. El canoso vuelve al ataque y pone la mira en la jovencilla de medias hasta la rodilla y falda corte A. Le concede una pieza que el hombre aprovecha, cual pavosaurio, para intentar cualquier cosa menos baile. Sus secuaces no paran de aplaudir y brindar, mientras él se sienta convencido, no sólo de sus dotes de conquistador, sino además de sus destrezas como bailarín. Pero la verdad es que es un fracaso en ambas facetas.

Ella vuelve con el amigo incansable del free style. Nueva pieza, nuevo intento, y cómo no consigue víctimas en el charco, sus infalibles focas le indican buscar en otra esquina pero el aspirante a sexagenario nada divisa. La botella se acaba y el trío se levanta de la mesa. Justo antes de cruzar la salida, el hombre se devuelve para intentar besar a la última pareja de baile. Ella, de forma cortés, lo rechaza pero, a falta de beso, buena fue una agarrada de trasero, gesto que pareció perturbar ligeramente a la chiquilla quien agrió el rostro y se retiró unos minutos de la pista en dirección al baño.

Suenan una atroz versión de «Hey Jude», creo que la peor que jamás escucharé. Más y más extranjeros llegan cuando la medianoche ya está pasando. Con «Juliana» el DJ hace un viro abrupto a la «Gasolina» de Daddy Yankee. De ahí en adelante esperar salsa era casi igual como esperar que el perrero de la Texaco de Las Mercedes me estuviera esperando al salir de ese bar: un sueño imposible. El reguetón no duró más de media hora. El resto fue una pista ideal para aeróbicos sin límite de tiempo. Pum pum pum pum con trazos de Shakira y reminiscencias de Black Eyed Peas.

Mientras buena parte de los extranjeros presentes se adueñaban de la pista sintiendo una ¿latinidad? efervescente, los chinos empiezan a menguar. El pum pum pum es cada vez más retumbante, y el juego de luces da paso a la humareda artificial que termina de entonar el momento disco. Aclaro que no estoy en contra de la música para aeróbicos, pero para escuchar pum pum pum no hace falta ir a un club de salsa, basta con entrar a cualquier bar de la ciudad. Una hora y dos cervezas después, concluyo que -como dicen los Amigos Invisibles- «esto es lo que hay», no más salsa, no más Caribe.

6 respuestas hasta “Salsa Caribe”

  1. Blanca marzo 29, 2011 a 10:40 AM #

    Ay, que triste! nada de salsa…pero allá deben conocer a Oscar y Celia, mínimo a la orquesta de La Luz ¿te acuerdas? pero bueno…Maní no hay en todos lados y menos por allaaaaaá….

    • Paula Ramón marzo 29, 2011 a 11:06 AM #

      Sonó una de la Orquesta de la Luz, lo peor es que ya yo que ni me acordaba de ellos jajajajaja Lo curioso es que eso fue lo que me pareció, la audiencia china quería salsa, pero terminan creando ese mix de pum pum pum para complacer a una supuesta audiencia extranjera que al parecer, desde la visión de algunos, es toda una gringada… repito, así como para nosotros todo ojo rasgado es simplemente «chino» :-S

      • Blanca abril 5, 2011 a 10:15 AM #

        ok, cada quien cree lo que quiere creer!!!

  2. Isidro junio 20, 2011 a 10:56 AM #

    ¿Y qué pasó con la banda venezolano-colombiana? ¿No disfrutaste de música en vivo? Definitivamente, con el cierre de Latinos, se vino abajo el soñado imperio de la Salsa en Pekín…ahora, hasta más ver…

    • Paula Ramón junio 20, 2011 a 6:01 PM #

      Cuando yo fui no había música en vivo lo que me pareció una pena porque es lo ideal en sitios de salsa, lo que había era un intercambio de DJs uno más ruidoso que el otro… en Shanghai fui a otro sitio que, mucho más pequeño y sin tantas pretensiones, era mucho mejor. La banda de la noche no tocaba sólo salsa pero siendo en vivo ya le da otro aire al asunto…

  3. ELIS VILLANUEVA enero 30, 2015 a 6:08 AM #

    ariana dao la revelacion de la salsa http://www.arianadao.com

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